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Capítulo X De la gran ciudad del Cuzco y su descripción Ya que hemos tratado en los capítulos precedentes de este libro tercero del origen y dependencia de los indios, de la disposición de las provincias del Perú, de sus riquezas, gobierno y trato, viene bien hagamos memoria de las ciudades particulares del Reyno, para tener más noticia dél. La que esta historia pudiera dar y, aunque el día de hoy la Ciudad de los Reyes, la principal, de más autoridad y ostentación de todo el Perú, por la residencia de los visorreyes, Audiencias, Arzobispo e Inquisición, y otras circunstancias que la enoblecen todavía, me ha parecido hacer primero mención y tratar de la gran ciudad del Cuzco, pues fue Cabeza de estos reinos, y el día de hoy por privilegios reales tiene este título, y en las escrituras y contratos de los españoles la nombran con este renombre, y porque de ella salió toda la policía y urbanidad, que dieron los Yngas a las provincias que conquistaron, y en ella tuvieron su asiento, casa y corte y, en fin, fue cabeza de toda la monarquía de los Yngas. Está asentada la ciudad del Cuzco diez y siete grados más allá de la línea equinoccial, en la Sierra, y en el medio y corazón de todo el Perú, en un lugar algo hondo y frío, donde los inviernos son las lluvias continuas y a veces grandísimas, que causan lodos. Refieren los indios que, antes que Manco Capac entrase en ella y la poblase, se llamaba Acamama, y que tenía moradores naturales, los cuales se jactan de su antigüedad y nobleza.

Después que Manco Capac fundó en ella el principio de su monarquía, la puso por nombre Cuzco. Otros dicen que hubo otro Ynga, sin el que fue el primero, llamado Cuzco Huanca, que la conquistó, y le puso su nombre llamándola Cuzco Huanca y, porque en ella estuvo el templo más famoso del Perú, consagrado al Sol, la ciudad fue también consagrada a él y dedicada como cosa propia. Después el valeroso Tupa Ynga Yupanqui le añadió su nombre, diciéndola Tupa Cuzco, que significa cosa resplandeciente, aludiendo que, como él resplandecía y se señalaba entre todos los Yngas que hasta allí había habido. Así la ciudad del Cuzco, sería señalada y estimada en todo su señorío. Otros difieren diciendo que, por ser consagrada al Sol, la llamaron Cuzco, porque este nombre significa cosa resplandeciente en la lengua quichua. De cualquiera manera que ello sea, fue la ciudad más rica de tesoros de oro y plata, que hubo en el Perú, y la más famosa y temida dél, y donde hicieron su asiento los Yngas. La población no fue muy extendida, pero grandísima en el número de gente que en sí encerrava, porque en cada casa había tres y cuatro moradores; y así era un hormiguero de gente. La causa fue, que de todas las provincias del Reino concurrían a ella como patria común, de la manera que el día de hoy la villa de Madrid; de todos lo Reinos de la majestad del rey de España concurren a ella a negocios, pleitos y pretensiones; así al Cuzco, en tiempo de su monarquía, los moradores della fueron la gente más ilustre y cortesana de todo el Perú, por ser yngas orejones, todos de casta real.

El lenguaje, el más puro y acendrado del Reino, y en él se habló la lengua quichua con la mayor elegancia y pulidez que en ningún pueblo. Los edificios antiguos dél fueron hechos de piedra de cantería: labradas con sumo artificio y trabajo, por no tener los ingas los instrumentos que en Europa se usaban, para componer y cortar las piedras. Las calles eran angostas. Engrandeció mucho esta ciudad el templo famoso y tan celebrado de Curicancha que, como dijimos, quiere decir "corral de oro", por la riqueza de oro y plata que en él había, los muchos ministros y sirvientes que atendían al servicio del Sol, a quien era dedicado, y la infinidad de ídolos y huacas que en él había y en otros templos de menor nombre. También el edificio de la fortaleza, que está en un lugar alto y eminente, sin duda, da muestras del ánimo generoso y real de los Yngas, porque las piedras que están en sus cercas y torres de tan disforme grandeza, que apenas la imaginación alcanza cómo allí pudieron ser traídas de fuera, pues no tenían bueyes ni carretas, ni la disposición del lugar consentía poderse traer. Es de suerte que todos los edificios modernos que después se han hecho en la ciudad por los españoles, han salido de la piedra de allí, aunque a las piedras grandes y toscas no han llegado, por no poder llevarlas a otro lugar sin costa excesiva e infinito trabajo de los indios. Otra fortaleza tiene esta ciudad, más abajo de ésta, que la enseñorea, la cual hizo el virrey don Francisco de Toledo, con ánimo de que hubiese en ella presidio y guarnición para defensa de la ciudad, y después ha parecido no ser necesario, y es habitación y morada de don Melchor Carlos Ynga, bisnieto de Guaina Capac, de quien tenemos hecha mención.

Esta ciudad dividió el Ynga Manco Capac en dos parcialidades: una dicha Hanan Cuzco y otra Hurin Cuzco. La primera significa Barrio de arriba, y la segunda Barrio de abajo. A este tono y traza, hizo la división en todo el Reino, que hay en los pueblos y repartimientos dos parcialidades: una de hanansayas y otra de huripisayas. Los orejones e indios que vivían en la parte de arriba, y eran Hanan cuzcos, fueron siempre más en número, más ricos y estimados que los de Urin Cuzco. Las calles estaban repartidas con estos nombres: la principal y mayor se decía Capac ayllo, porque en ella vivían los del linaje del Ynga y los más favorecidos y allegados. La segunda se llamo ynacapanaca. La tercera Cuzco panaca; la cuarta ancayllipanaca, la quinta vica quirau panaca. Todas estas calles tenían sus capitanes, todos del linaje de los Yngas, unos descendientes de unos Yngas, y otros de otros. Mandó que ninguno pudiese entrar en la ciudad después del sol puesto, ni salir della antes que el sol se mostrase, porque así se supiese y conociese quién entraba y salía, como ya queda dicho en la vida de Manco Capac. Tuvo esta ciudad una plaza grandísima y, por serlo tanto, está hoy dividida en dos, y en medio una calle dividida, que por el un lado y el otro tiene muchas casas y tiendas de mercaderes, y han quedado dos plazas medianas de muy buena proporción, la una llamada Aucay Pata, donde está la iglesia mayor, a un lado y al otro la iglesia de la Compañía de Jesús. La otra plaza se llama Cusipata, que significa Plaza de Regocijo, porque allí se lidian los toros y juegan cañas.

En ella está el convento de Nuestra Señora de las Mercedes, que fue el primero que se fundó en el Cuzco, y las casas del Corregidor y Cabildo. Entrambas plazas tienen hermosos portales de piedra, donde la gente se recoge cuando llueve. En tiempo que poseyeron esta ciudad los Yngas y el día de hoy, era esta plaza y plazas el mercado público de los indios, donde había infinitos y los hay, que traían a vender de fuera sus mercaderías de ropa de cumbi, y ahuasca y de algodón, hilados de pelos de vicuñas, volatería, de caza, carne. Vendíase otro cazabe, oro, plata, cobre, plomo. Allí estaban los boticarios, que traían yerbas para curar, y los médicos. Hoy se venden las mismas cosas y, sobre todo, la coca tan estimada de los indios, en cestos y por menudo, y regaladísimas frutas de Castilla y de la tierra, traídas de partes lejanas, de manera que es abundantísima de todos los mantenimientos necesarios a la vida humana. Las aguas que tiene y tuvo el Cuzco, no son para desechar, porque la de Colque Machacuay, que significa culebra de plata, y está fuera del Cuzco, encima de la parroquia de Santiago, es dulcísima, sabrosa y delgada. Dicen se llamó este nombre, por haber visto allí un Ynga dos culebras muy grandes, como queda ya dicho en el capítulo ochenta y nueve del primer libro. Otra fuente tiene y fuentes el Cuzco de muy regalada agua, que se trae en caños de fuera de la ciudad, y dicen Ticatica. Sin éstas hay otras de aguas salobres, que para el servicio de las casas, y para hacer la chicha, que es bebida ordinaria de los indios, es muy apropiada.

Leña no la alcanza en cinco leguas a la redonda, y así se padece necesidad, porque se trae del valle de Yucay, que es regaladísimo y fertilísimo de todas las frutas de Castilla, donde se dan los duraznos, peras y manzanas en tanta multitud, que se pudieran cargar flotas de ellas. Esta ciudad, el día de hoy, tiene Iglesia Catedral, donde hay obispos y prebendados, dignidades, canónigos y racioneros. El obispado era de los más ricos de renta del Perú, hasta que se dividiesen los obispados de Arequipa y Guamanga. Ha tenido siempre prelados de grandísima integridad de vida y celosísimos del bien de los indios. El primero fue don Juan Solano, el segundo don Sebastián de Lartau, que hoy en día le llaman el santo obispo. El tercero, don Fray Gregorio de Montalvo, del orden de predicadores, doctísimos entrambos en letras sagradas. El cuarto, don Antonio de Raya, prelado severísimo en castigar delitos. El quinto don Fernando de Mendoza, también severo, y de la Compañía del nombre de Jesús. Hay Corregidor, que provee su Majestad desde España, y siempre han sido caballeros de mucha calidad y de hábitos y prudencia. El Cabildo elige cada año dos alcaldes: uno, de los vecinos y feudatarios, y otro, de los ciudadanos, que llaman de los soldados, y también juez de naturales, que sólo atiende al bien de los indios y a determinar sus causas. Hay alcaldes de la Hermandad, que corren su distrito, castigando los delitos que en el campo y despoblados se cometen por la gente baldía y holgazana.

En esta ciudad poblaron, al principio, los vecinos más ricos y de más nombre de todos los conquistadores, y así hay en ella ochenta feudatarios, señores de encomiendas, y con situaciones en repartimientos de indios y en la caja real de mercedes, que Su Majestad les ha hecho por los servicios de sus padres y abuelos, que conquistaron el Reino. Entre ellos muchos caballeros de noble sangre y calidad con hábitos, hacendados y riquísimos. Pertenecen a la jurisdicción del Cuzco y a su distrito, diez y ocho corregimientos de indios, como son el de Andaguaillas la grande, el de Aymaraes y Quichuas, Parinacochas, y Pumatambos, Abancay, Cotabambas y, Umasaiuas, Chumvibilcas, Chillques y Masques, Villcabamba, el de Yucay, el famoso de los Andes, el de Quiquijana, de Canas y Canchis, y los dos del Collao, de Omasuyo y de Urcusuyo, y la de Caja y otros. Hay en esta ciudad para su bien espiritual seis conventos de religiosos, uno de Santo Domingo, que está fundado en el lugar donde fue el famoso Templo del Sol, y donde se deservía al Hacedor del mundo, dando la honra a él debida, a su hechura hoy es ensalzado y honrado el Omnipotente Dios; dos conventos de San Francisco, uno de la observancia y otros de descalzos, otro dedicado al gran doctor de la Iglesia Agustín; otro hay, famosísimo de Nuestra Señora de las Mercedes, donde está una imagen de la Soledad, que hace muchísimos milagros, como es patente a todos. Otro de la Compañía de Jesús, donde se lee gramática y casos de conciencia, y en el de Nuestra Señora de las Mercedes, gramática, artes y dos lecciones, cada día, de Teología.

Hay un colegio-seminario, que fundó el obispo don Antonio Raya, donde se crían muchas plantas, para que salgan de allí a la predicación del Evangelio. Demás destos, dos monasterios de monjas, uno de Santa Clara, antiquísimo, y de grandes siervas de Dios, otro de Santa Caterina de Seria que, huyendo sus monjas de la destrucción de la ciudad de Arequipa, donde habían fundado, se recogieron a esta ciudad, donde fueron amparadas y ayudadas del obispo don Antonio de Raya, que gastó en ello muchos millares de ducados, y todo el común y caballeros de la ciudad. Hay un hospital de indios con muy gruesa renta, donde se curan cuantos allí entran. Hay otro hospital de españoles, que fundaron los montañeses, y sustentan a su costa y con su limosna cada año huérfanas y dando de comer a los pobres de la cárcel. Rodean el Cuzco siete riquísimas parroquias de indios: de San Sebastián, San Blas, San Cristóbal, Santa Ana, Belén, Santiago y Nuestra Señora de la Candelaria, que es la del hospital, las cuales se dan ordinariamente a cantores famosos que las sirvan, y con muy gruesos estipendios, que acuden a la iglesia Catedral, la cual siempre ha sido la más célebre y de mejor música de todo el reino, aunque siempre trae competencia con la Ciudad de la Plata. Es gloria ver los indios del Cuzco con cuánta devoción acuden a sus sermones y a oír misa todos los días, a frecuentar los santos sacramentos de la confesión y eucaristía, y ganar jubileos, fundando cada día cofradías con título del Niño Jesús y de Nuestra Señora y de otros santos, haciendo sus fiestas con gran decencia y solemnidad, dando de comer a pobres los días de ellas, de suerte que, donde tuvo su nido y asiento la idolatría, y el demonio su trono más levantado, hoy es reverenciado, temido y adorado el nombre dulcísimo de Jesucristo, y su fe católica y Evangelio promulgado, creído y recibido. A él sea la honra; Amén. Capítulo XI De las fiestas que se hicieron en la ciudad del Cuzco al nacimiento del Príncipe don Phelipe, año de mil y seisentos y seis Falta.

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