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Desarrollo


Capítulo X De cómo Pizarro y Almagro anduvieron hasta el río de San Juan, adonde se acordó que el piloto Bartolomé Ruiz fuese descubriendo la costa al poniente y Almagro volviese por más gente Habiéndose ido a embarcar a los navíos los cristianos españoles con sus capitanes, para salir a descubrir la costa adelante, alzaron las áncoras y tendidas las velas partieron de allí y anduvieron hasta que llegaron a un río que llamaron de Cartagena, cercano al río de San Juan, y dicen que saltaron en tierra algunos españoles con sus rodelas y espadas en las canoas que llevaban, y que, dando de súbito en un pueblo de indios que estaba a la orilla del río de San Juan, tomaron cantidad de quince mil castellanos, poco más o menos, de oro bajo, y hallaron bastimentos, y prendiéronse algunos cautivos, con que dieron vuelta a las naves muy alegres y contentos en ver que comenzaban a dar en tierra rica de oro y con mantenimientos; mas todavía les daba pena en ver que la tierra era de una manera; llena de ríos y ciénagas con mosquitos, y que las montañas eran tan grandes y espantosas, que parecía que en algunas partes se escondían sus ramas entre las nubes, según eran altas; y determinaron de saltar en tierra y ver lo que había en ella y si hallaban más oro, que es la pretensión de los que de España venimos a estas Indias; habiéndose de anteponer a todo por dar a estas gentes noticia de nuestra sagrada religión. Con las canoas tomaron tierra los de los navíos, los indios daban a entender ser aquella comarca montañosa como veían, mas que bien adelante había otra tierra y otra gente.

Quisieron andar para ver si podían, la tierra adentro, ver campaña, que era lo que deseaban, mas los ríos que hay son tantos, que no basta ni se puede andar si no es por agua, y así lo acostumbraban los naturales en canoas. Andan todos desnudos y moran en caneyes grandes de sesenta o setenta, más o menos, con sus mujeres y hijos, y éstos están desviados unos de otros. Alcanzan en muchas partes cantidad de oro fino y bajo. Escrito he más largo sobre esto en mi parte primera. Pues como viesen que no habría más remedio para descubrir la tierra adentro por los muchos ríos, como sobre ello hubiesen tenido su acuerdo, determinaron que los españoles con el capitán Francisco Pizarro quedasen allá, pues había maíz y raíces que comer y tenían las canoas para andar de una parte a otra, y que Diego de Almagro con aquel oro que se había hallado diese la vuelta a Panamá a recoger más gente, y el piloto Bartolomé Ruiz navegase la costa arriba todo lo que pudiese para ver qué tierra se descubría; y así se hizo, partiéndose Almagro a Panamá y Bartolomé Ruiz a descubrir la costa. Los que quedaron con Pizarro anclaban entre aquellos ríos bien mojados de agua, que continuo llueve, y de los ríos; no hallaban sino algunos caneyes de los dichos; maíz no les faltaba y había batatas y palmitos que era medio mal; pero los mosquitos no los dejaban, y, como siempre, había enfermos, moríanse algunos. El capitán pasó tanto en este descubrimiento, que por parecerme no bastara en lo encarecer, ni tener en mi escribir aquella audacia que requería temblándome la mano cuando aquí allegué considerándolo pasaré adelante, dejándolo para quien más que a mí compete; aunque no dejaré de decir que sólo españoles pudieron pasar lo que éstos pasaron.

El piloto Bartolomé Ruiz, descubriendo por la costa, navegó hasta llegar a la isla del "Gallo", la cual dicen que halló poblada y aun los indios a punto de guerra, por el aviso que fue de unos a otros de cómo andaban los españoles por sus tierras, de donde pasó y anduvo hasta que descubrió la bahía que llamaron de San Mateo, y vido en el río un pueblo grande lleno de gente que, espantados de ver la nao, la estaban mirando creyendo que era cosa caída del cielo sin poder atinar qué fuese. La nao prosiguió su viaje y descubrió hasta lo que llaman Coaque, y andando más adelante por la derrota del poniente, reconocieron en alta mar venir una vela latina de gran bulto, que creyeron ser carabela, cosa que tuvieron por muy extraña, y como no parase el navío se conoció ser balsa, y arribando sobre ella, la tomaron; y venían dentro cinco indios, dos muchachos y tres mujeres, los cuales quedaron presos en la nave; y preguntábanles por señas dónde eran y adelante qué tierra había; y con las mismas señas respondían ser naturales de Túmbez, como era la verdad. Mostraron lana hilada y por hilar, que era de las ovejas, las cuales señalaban del arte que son, y decían que había tantas que cubrían los campos. Nombraban muchas veces a Guaynacapa y al Cuzco, donde había mucho oro y plata. De estas cosas y de otras decían tantas, que los cristianos que iban en el navío los tenían por burla, porque siempre mienten en muchas cosas de éstas que cuentan los indios; mas éstos en todo decían verdad. Bartolomé Ruiz, el piloto, les hizo buen tratamiento, holgándose por llevar tal gente, de buena razón y que andaban vestidos, para que Pizarro tomase lengua. Y andando más adelante descubrió hasta punta de Pasaos, de donde determinó de dar la vuelta a donde el capitán había quedado; y llegando saltó en tierra con los indios. El capitán lo recibió bien, holgándose con las nuevas que traía de lo que había descubierto. Los indios estaban firmes en lo que había contado; fue alegría, para los españoles que con Pizarro estaban, verlos y oírlos.

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