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Datos principales


Desarrollo


CAPITULO VII Prosigue el mismo asunto que el pasado Este era el actual estado de las referidas Misiones cuando la nuestra llegó de España, y habiendo sido nombrados el V. P. Junípero, y yo de su Compañero para una de ellas, salimos del Colegio de San Fernando a principios de Junio del año de 1750; y aunque de la Misión nombrada Santiago de Xalpan, a donde íbamos, vinieron Indios ladinos con un Soldado de escolta con bestias de silla y carga, en atención a lo dilatado del camino, lo escabroso de la mitad de la Sierra, y la falta de agua, con todo quiso mi venerado Padre Lector Fr. Junípero hacer a pie su viaje, lo cual a más de serle muy penoso, le agravó el accidente de la llaga e hinchazón del pie; pero gracias a Dios, habiendo llegado el 16 de dicho mes de Junio, tuvimos gran consuelo al ver la alegría con que nos recibieron los Indios de dicha Misión, que pasaban de mil entre chicos y grandes; pero todos ellos se hallaban tan a los principios, por la falta de inteligencia de nuestro idioma, que ninguno cumplía con el anual precepto de la Iglesia de confesar y comulgar. Enterado nuestro V. Padre del pie en que se hallaban todavía las expresadas Misiones, de las que por nuestro Colegio quedaba elegido de Presidente, se impuso en las instrucciones dadas para su gobierno espiritual y temporal, las que procuró observar y aumentar en cuanto le pareció conveniente, y que le dictaba su fervoroso celo. Y viendo que se hallaban con tanto atraso, por la causa expresada, se aplicó desde luego a aprender aquella lengua, para la cual fue su Maestro un Indio Mexicano, que se había criado entre estos Pames.

Conseguido tan importantísimo medio para el adelantamiento espiritual, tradujo en el idioma Pame las oraciones y texto de la Doctrina, de los Misterios más principales, y así se empezó a rezar con los Indios en su lengua natural alternando por días con la doctrina en Castellano, con lo cual en breve tiempo se impusieron en los Misterios de nuestra Santa Fe, y empezaron a confesar en su lengua, y a comulgar, cumpliendo anualmente con los preceptos de la Santa Iglesia; y el Siervo de Dios los movía con sus fervorosas pláticas a que confesasen y comulgasen en las principales festividades, dándoles ejemplo, como otro San Francisco de Sales, confesándose públicamente en el Presbiterio, cuando ya estaba en la Iglesia toda la gente para la Misa mayor los días festivos. Con esto logró su deseado fin, de suerte, que ya eran, muchos los que confesaban por devoción, pues hubo día que pasaron de ciento las Comuniones, otros de cuarenta yc, y cada año en el tiempo del precepto, casi todos lo verificaban, en solos los nueve años que estuvo en las citadas Misiones; en cuyo tiempo bautizó el V. Padre un crecido número de Gentiles, el cual no asiento por no haber tenido la curiosidad de notarlo; pero basta decir que no quedó un solo Gentil en todo aquel distrito, sino todos sus habitadores bautizados, por mi venerado Padre y sus Compañeros, y civilizados viviendo en Pueblo bajo de Campana. Para radicarlos en la Fe, que habían recibido, e instruirlos en la Religión Católica, los impuso en todas las festividades del Señor, y de la Santísima Virgen nuestra Señora, como asimismo de las de los Santos, para lo cual les ponía cuantos medios e inventivas le hacía idear su Apostólico celo, siendo su ejercicio casi continuo en las virtudes de caridad y de Religión.

En todas las festividades de Jesucristo y de María Santísima, se celebraba Misa cantada, y en ella predicaba el V. Padre, explicando el Misterio y la fiesta del día, y en las más principales precedía la Novena, a que asistía todo el Pueblo. En la de la Natividad del Señor era ésta con Misa cantada al amanecer, y el último día acabada la Misa, cantaba la Calenda, y hacía una Plática, convidando a todos para que asistiesen a los Maitines cantados y a la Misa del Gallo: Concluida ésta representaban en un devoto Coloquio el Nacimiento del Niño Jesús unos Indios de corta edad, a quienes el devoto Padre instruyó una parte en lengua Castellana, y otra en la Pame, en aquel gran Misterio, que representaban con mucha viveza, con lo cual logró a más de imponerlos, aficionarlos a él. En el tiempo Santo de Cuaresma echó el resto de su devoción, para imprimirla en los corazones de los Neófitos. Empezaba desde el día de Ceniza con esta Santa Ceremonia de la Iglesia, a la que asistía todo el Pueblo, y les explicaba la significación de ella, acabando su Sermón con la exhortación de que no olvidasen que eran mortales. Todos los Domingos de Cuaresma no se contentaba con la Plática Doctrinal de la Misa mayor, sino que a la tarde, después de rezada la Corona de María Santísima, y cantado el Alabado, les predicaba un Sermón Moral. Los Viernes hacía lo propio por la tarde, después de haber andado en Procesión el Vía Crucis desde la iglesia hasta la Capilla del Calvario, que mandó hacer en una alta loma fuera del Pueblo, y a vista de la citada Iglesia; en cuyo santo ejercicio cargaba el V.

Fr. Junípero una Cruz tan grande y pesada, que yo, siendo más robusto y mozo, no podía con ella; y en regresándose a la Iglesia, concluía la función con una tierna Plática de la Pasión del Señor, a cuya devoción los persuadía. La Semana Santa la celebraba con todas las ceremonias de nuestra Madre la Iglesia: El Domingo se hacía la Procesión de Ramos, y así en este día, como en los siguientes se cantaba la Pasión, (haciendo uno dos Papeles, porque no oramos más de dos) y también los Maitines del Triduo: El Jueves se colocaba el Depósito en el Monumento, y tanto en este día como el Viernes y Sábado se practicaban todas las demás ceremonias y formalidades de costumbre. A más de ésto añadía varias Procesiones que acababa con algún Sermón o Plática. El Jueves, después de haber lavado los pies a doce Indios de los más viejos, y comido con ellos, predicaba el Sermón de Mandato, y a la noche hacía la Procesión con una Imagen de Cristo Crucificado con acompañamiento de todo el Pueblo. El Viernes por la mañana predicaba de la Pasión, y a la tarde se representaba con la mayor viveza el descendimiento de la Cruz, con una imagen de perfecta estatura, que para el efecto se mandó hacer de goznes; y predicando de este asunto con la mayor devoción y ternura, se colocaba al Señor en una Urna, y se hacía la Procesión del Santo Entierro. Poníase después en un Altar que para este efecto se hallaba preparado, y a la noche se hacía otra Procesión de nuestra Señora de la Soledad, que se concluía con un Plática de este asunto.

El Sábado se hacían todas las ceremonias pertenecientes a este día, se bendecía la Fuente, y bautizaban los Neófitos que había instruidos y dispuestos para ello. El Domingo muy de mañana salía la Procesión de Jesús resucitado, la cual se hacía con una devota Imagen del Señor, y otra de la Santísima Virgen, y vueltos a la Iglesia se cantaba Misa, y predicaba el V. Padre de este Soberano Misterio. Con tan devotos ejercicios, no pudo menos que imprimirse una tierna y grande devoción en aquellos Neófitos, y con ella se disponían a celebrar anualmente la Semana Santa, y corriendo la voz por los Pueblos de las cercanías que habitaban Españoles, venían éstos a practicar lo mismo, atraídos de lo que oían decir de la devoción de aquellos Indios; y luego que lo experimentaron, se acostumbraron a concurrir todos los años, mudándose a la Misión, hasta que pasaba la Pascua. No fue menor el esmero con que el Siervo de Dios procuró atraer a aquellos sus hijos a la devoción del Santísimo Sacramento. Instruyolos a que preparasen y adornasen con enramadas el camino por donde había de transitar la Procesión del Corpus: formábanse cuatro Capillas con sus respectivas Mesas, para que en ellas posase el Señor Sacramentado, y después de cantada en cada una la correspondiente Antífona, Verso y Oración, se paraba un Indio (de corta edad) que recitaba una Loa al Divino Sacramento (de las cuales, dos eran en Castellano, y las otras dos en el idioma Pame, nacional de ellos) que enternecían y causaban devoción a todos; y restituidos a la Iglesia, se cantaba la Misa, y se predicaba el Sermón de este Sacrosanto Misterio.

Con igual cuidado se dedicó a introducirlos en la devoción de María Srâ. nuestra, y con particularidad a su Purísima Concepción inmaculada, previniéndose a celebrarla con la Novena, a que asistía todo el Pueblo; y en el día de esta gran festividad se cantaba la Misa, y predicaba el Sermón, y después se entonaban los Gozos de la Purísima Concepción. Todos los Domingos por la tarde se rezaba la Corona a la Madre de Misericordia, concluyéndola con el Alabado o con los Gozos que se cantaban. Y para mas aficionarlos el V. Padre pidió de México una Imagen de bulto de la dulcísima Señora, que puesta en sus andas, la sacaban en Procesión por el Pueblo todos los Sábados en la noche, alumbrando con faroles, y cantando la Corona. Luego que entraba en la Iglesia se cantaba la Tota pulchra es María, que tradujo éste su amante Siervo en Castellano, y que aprendieron y entonaban con mucha solemnidad los Indios, causando a todos gran ternura, principalmente aquel verso: Tú eres la honra de nuestro Pueblo, con lo cual les quedó una ardiente devoción a la clementísima Madre. Asimismo procuró imprimir en sus tiernos corazones la devoción al Señor San Miguel Arcángel, al Santísimo Patriarca Señor San José, a N. S. P. S. Francisco, y otros Santos, de suerte que quedó aquel Pueblo tan instruido y devoto, como si fuera de Españoles los más Católicos, debiéndose todo al ardiente celo de nuestro V. Fr. Junípero: Y a vista de las laboriosas tareas de este ejemplar Prelado, se emulaban santamente sus súbditos, Ministros de las otras cuatro Misiones, procurando imitarlo en cuanto podían; por cuyos medios quedaron los cinco Pueblos como si fueran de Cristianos muy antiguos.

Para conseguir este espiritual fruto (principal objeto de la Conquista) puso el Siervo de Dios en ejecución las instrucciones dadas para el gobierno temporal, luego que llegó a su Misión de Santiago Xalpan, poniendo todos los medios posibles, para que los Indios tuviesen qué comer y vestir, para que hiciesen pie en la Misión, y no se ausentasen de ella por la solicitud de su preciso sustento, para cuyo efecto agenció por medio de Síndico el aumento de Bueyes, Vacas, Bestias, y Ganado menor de pelo y lana, Maíz, y Frijol, para poner en corriente alguna siembra, en la cual se gastó no sólo el sobrante de los 300 pesos de Sínodo que daba S. M. a cada Ministro para su manutención, sino también la limosna que se podía conseguir por Misas, y la que ofrecían algunos bienhechores; con lo que en breve tiempo se empezó a lograr alguna cosecha, que cada año se iba aumentando, y diariamente se repartía después de haber rezado la Doctrina; y cuando éstas a expensas de exquisitas diligencias y bendiciones del Cielo fueron creciendo, y eran tan abundantes que sobraba para la manutención de todos, se instruyó a los indios, vendiesen (por dirección de los Padres Misioneros) las semillas sobrantes; con cuyo valor, se compraron más yuntas de Bueyes, se aumentó la herramienta y demás necesario para las labores. De México, se llevaban fresadas, Sayal, y otras ropas para que se vistiesen, señalando siempre a los Labradores con alguna cosa particular, así por compensarles su especial trabajo, como para que de su vista los otros se inclinasen a este ejercicio, que es el más pesado, y no menos útil.

A esta importantísima diligencia procuró aplicar también a las mujeres e Indios pequeños, señalándoles las correspondientes tareas, con consideración a las fuerzas y capacidad de cada uno, para por este medio apartarlos a todos de la ociosidad en que se habían criado, y envejecido. Asistía siempre uno de los Padres personalmente a las labores (especialmente en los primeros años) así para animarlos, como para instruirlos, hasta que se consiguió Persona de confianza que los capitanease, y en breve tiempo uno de los mismos Indios ya suplía, por estar inteligente; con lo que se lograron abundantes cosechas, el aumento de los bienes de comunidad, y que los Naturales se civilizasen más cada día, aficionándose a hacer sus particulares siembras de Maíz, Chile, Frijol, Calabaza, etc. para lo cual señalándoseles pedazos de tierra, se les daba una yunta de Bueyes, de las de Comunidad, y semillas para sembrar; cuyos frutos (como que no necesitaban de éllos para comer, pues les sobraba con la ración) vendían, y con su producto se ayudaban a vestir, o compraban algún Caballo, Yegua, o Mula, todo a dirección del Padre que los instruía, para que no fuesen engañados. Luego que el V. Fr. Junípero vió a sus hijos los Indios en estado de trabajar con mayor afición que a los principios, trató de que hiciesen una Iglesia de mampostería con bastante capacidad para encerrar tanta gente: Propuso su devoto pensamiento a todos aquellos Indios, quienes con mucho gusto convinieron en ello, ofreciéndose a acarrear la piedra (que estaba a mano) toda la arena, hacer la cal, y mezcla, y servir de Peones para administrarlo a los Albañiles.

Diose principio a esta obra, trabajando todo el tiempo que no era de aguas, ni necesario para las labores del campo, y en el tiempo de siete años quedó concluida una Iglesia de 53 varas de largo, y once de ancho, con correspondiente crucero y cimborrio, y a continuación de ella la correspondiente Sacristía (también de bóveda) como asimismo una Capilla que se dedicó al Santo Sepulcro, adornándola con Imágenes y Pasos de la Pasión del Señor, para más aficionarlos a las devotas funciones de la Semana Santa. La Iglesia también se adornó con Retablos, Altares, y Colaterales dorados; y en el Coro se puso Organo, buscando Maestro que lo enseñase a tocar a los Indios en las Misas cantadas. Con el ejercicio de estos trabajos quedaron habilitados de varios oficios, como de Albañiles, Carpinteros, Herreros, Pintores, Doradores, etc. Y no olvidándose el fervoroso celo del R. P. Junípero de apartar del ocio a las mujeres, las empleaba en las correspondientes tareas a su sexo, como hilar, tejer, hacer medias, calcetas, coser, etc. También los industrió a que fuesen a comerciar a Zimapán, Huasteca, y otros lugares, con las semillas que les sobraban, mecates, y petates (esto es, cuerdas de ixtle, o pita, y esteras de palma fina) que hacían, con cuyo producto se compraba algodón, que hilaban y tejían las mujeres, formando mantas para vestirse. Asimismo traían del Real de Zimapán fresadas y bayetas para el mismo efecto; con cuya diligencia, lo que sobraba del Sínodo, y de la limosna de Misas, se empleaba en pagar los jornales a los Albañiles; y de tal manera proveyó Dios nuestro Señor, que cuando se finalizó la obra de la Iglesia, lejos de deber nada la Misión, se hallaba en poder del Síndico más limosna que cuando se principió, y las trojes de maíz proveídas con cinco mil fanegas. A imitación del V. P. Junípero practicaron lo mismo los Ministros de las otras cuatro Misiones, construyendo sus Iglesias por el mismo órden que la de Santiago Xalpan, con correspondencia de ámbito a la gente que se juntaba, las que adornaron de lienzos colaterales, vasos sagrados, y demás necesarios, logrando en sus terrenos igual abundancia de cosechas, aumento de ganados y bestias, y que quedasen instruidos y civilizados los que antes se congregaron bárbaros y bozales.

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