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CAPÍTULO V Del género de letras y libros que usan los chinas Las escrituras que usan los chinas, piensan muchos y aún es común opinión, que son letras como las que usamos en Europa; quiero decir, que con ellas se puedan escrebir palabras o razones, y que sólo difieren de nuestras letras y escrituras en ser sus caracteres de otra forma, como difieren los griegos de los latinos, y los hebreos y caldeos. Y por la mayor parte no es así; porque ni tienen alfabeto ni escriben letras, ni es la diferencia de caracteres, sino en que principalmente su escrebir es pintar o cifrar, y sus letras no significan partes de dicciones como las nuestras, sino son figuras de cosas, como de sol, de fuego, de hombre, de mar y así de lo demás. Pruébase esto evidentemente, porque siendo las lenguas que hablan los chinas, innumerables y muy diferentes entre sí, sus escrituras y chapas igualmente se leen y entienden en todas lenguas, como nuestros números de guarismo igualmente se entienden en francés y español, y en arábigo. Porque esta figura 8 dondequiera dice ocho, aunque ese número el francés le llame de una suerte y el español de otra. De aquí es que como las cosas son en sí innumerables, las letras o figuras que usan los chinas para denotarlas, son cuasi infinitas. Porque el que ha de leer o escrebir en la China, como los mandarines hacen, ha de saber por lo menos ochenta y cinco mil figuras o letras, y los que han de ser perfectos en esta lectura, ciento y veinte y tantas mil.

Cosa prodigiosa y que no fuera creíble, si no lo dijeran personas tan dignas de fe, como lo son los padres de nuestra Compañía, que están allá actualmente aprendiendo su lengua y escritura, y ha más de diez años que de noche y de día estudian en esto con inmortal trabajo, que todo lo vence la caridad de Cristo, y deseo de salvación de las almas. Esta misma es la causa por qué en la China son tan estimados los letrados como de cosa tan difícil, y sólo ellos tienen oficios de mandarines, y gobernadores y jueces y capitanes. Y así es grande el cuidado de los padres en que sus hijos aprendan a leer y escrebir. Las escuelas donde esto aprenden los niños o mozos son muchas y ciertas, y el maestro de día en ellas, y sus padres de noche en casa, les hacen estudiar tanto que traen los ojos gastados y les azotan muy a menudo con cañas, aunque no de aquellas rigurosas con que azotan los malhechores. Ésta llaman la lengua mandarina, que ha menester la edad de un hombre para aprenderse; y es de advertir que aunque la lengua en que hablan los mandarines, es una y diferente de las vulgares, que son muchas, y allá se estudia como acá la latina o griega, y sólo la saben los letrados, que están por toda la China; pero lo que se escribe en ella, en todas las lenguas se entiende, porque aunque las provincias no se entienden de palabra unas a otras, mas por escrito sí, porque las letras o figuras son unas mismas para todos y significan lo mismo, mas no tienen el mismo nombre ni prolación, porque como he dicho, son para denotar cosas y no palabras, así como en el ejemplo de los números de guarismos que puse se puede fácilmente entender.

De aquí también procede que siendo los japones y chinas, naciones y lenguas tan diferentes, leen y entienden los unos las escrituras de los otros; y si hablasen lo que leen o escriben, poco ni mucho no se entenderían. Estas pues son las letras y libros que usan los chinas tan afamados en el mundo, y sus impresiones son grabando una tabla de las figuras que quieren imprimir, y estampando tantos pliegos como quieren, en la misma forma que acá estampamos imágenes grabando el cobre o madera. Mas preguntará cualquier hombre inteligente, cómo pueden significar sus conceptos por unas mismas figuras, porque no se puede con una misma figura significar la diversidad que cerca de la cosa se concibe, como es decir que el sol calienta, o que miró al sol, o que el día es del sol; finalmente los casos y conjugaciones, y artículos que tienen muchas lenguas y escrituras, ¿cómo es posible denotarlo por unas mismas figuras? A esto se responde que con diversos puntos, y rasgos y postura, hacen toda esa variedad de significación. Más dificultad tiene entender cómo pueden escrebir en su lengua, nombres proprios, especialmente de extranjeros, pues son cosas que nunca vieron ni pudieron inventar figura para ellos; yo quise hacer experiencia de esto hallándome en México con unos chinas, y pedí que escribiesen en su lengua esta proposición: "José de Acosta ha venido del Pirú", u otra semejante. Y el china estuvo gran rato pensando, y al cabo escribió, y después él y otros leyeron en efecto la misma razón, aunque en el nombre proprio algún tanto variaban, porque usan de este artificio tomando el nombre proprio, y buscan alguna cosa en su lengua, con que tenga semejanza aquel nombre, y ponen la figura de aquella cosa, y como es difícil en tantos nombres hallar semejanza de cosas y sonido de su lengua, así les es muy trabajoso escrebir los tales nombres.

Tanto que nos decía el padre Alonso Sánchez, que el tiempo que anduvo en la China, trayéndole en tantos tribunales de mandarín en mandarín, para escrebirle su nombre en aquellas chapas que ellos usan, estaban gran rato, y al cabo salían con nombralle a su modo, en un modo ridículo que apenas acertaban con él. Este es el modo de letras y escritura que usan los chinas. El de los japones es muy semejante a éste, aunque de los señores japones que estuvieron en Europa, afirman que escrebían fácilmente en su lengua cualquier cosa, aunque fuesen nombres proprios de acá, y me mostraron algunas escrituras suyas por donde parece que deben de tener algún género de letras, aunque lo más de su escritura debe de ser por caracteres y figuras, como está dicho de los chinas.

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