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Desarrollo


Capítulo tercero Del agüero que tomavan cuando oían de noche algunos golpes, como de quien está cortando madera Cuando alguno de noche oía golpes como de quien corta leña de noche, tomava mal agüero. A éste llamavan yooaltepuztli; quiere dezir "hacha nocturna". Por la mayor parte este sonido se oía al primer sueño de la noche, cuando todos duermen profundamente y ningún ruido de gente suena. Oían este sonido los que de noche ivan a ofrecer cañas y ramos de pino, los cuales eran ministros del templo que se llamavan tlamacazque. Estos tenían por costumbre de hazer este exercicio o penitencia de noche, que es lo profundo de la noche. Ivan a hazer estas ofrendas a las cumbres de los montes comarcanos, y cuando oían golpes como de quien hiende madero con hacha, lo cual de noche suena lexos, espantávanse de aquellos golpes y tomavan mal agüero. Dezían que estos golpes eran ilusión de Tezcatlipuca, con que espantava de noche y burlava a los que andan de noche. Y cuando esto oía algún hombre animoso y esforçado, y exercitado en la guerra, no huía, mas antes seguía el sonido de los golpes hasta ver qué cosa era. Y cuando vía algún bulto de persona, corría a todo correr tras él hasta asirle y ver qué cosa era. Dízese que el que asía a esta fantasma, con dificultad podía aferrar con ella; así corrían gran rato, andando a la çacapella de acá para allá. Cuando ya se fingía cansada la fantasma, esperava al que la seguía. Entonce parecía al que la seguía que era un hombre sin cabeça; tenía cortado el pescueço como un tronco, y el pecho teníale abierto, y tenía cada parte como una portezilla, que se abrían y se cerravan, juntándose en el medio, y al cerrar dezían que hazían aquellos golpes que se oían lexos.

Y aquel a quien havía aparecido esta fantasma, ora fuesse algún soldado valiente o algún sátrapa del templo animoso, en asiéndola y conociéndola por la abertura del pecho víala el coraçón y asía de él, como que se le arrancava tirando. Estando en esto, demandava a la fantasma que le hiziesse alguna merced, o le pedía alguna riqueza, o le pedía esfuerço o valentía para captivar en la guerra a muchos, y a algunos dávales esto que pedían, y a otros no les dava lo que pedían, sino el contrario que era pobreza y miseria y malaventura. Y ansí dezían que en su mano estava el Tezcatlipuca dar cualquiera cosa que quisiesse, adversa o próspera. Y la fantasma, respondiendo a la demanda, dezía de esta manera: "Gentil hombre, valiente hombre, amigo mío, fulano, déxame. ¿Qué me quieres? Que yo te daré lo que quisieres". Y la persona a quien esta fantasma le havía aparecido, dezíala: "No te dexaré que ya te he caçado". Y la fantasma dávale una punta o espina de maguey, diziéndole: "Cata aquí esta espina. Déxame". Y el que tenía a la fantasma asida por el coraçón, si era valiente y esforçado, no se contentava con una espina, y hasta que le dava tres o cuatro espinas no la dexava. Estas espinas eran señal que sería próspero en la guerra, y tomaría tantos captivos cuantas espinas rescibió, y que sena próspero y reverenciado en este mundo con riquezas y honras y insignies de valiente hombre. También se dezía que el que la asía del coraçón a la fantasma y se le arrancava de presto, sin dezirle nada, echava a huir con el coraçón y le escondía y le guardava con gran diligencia, embolviéndole y atándole fuertemente con algunos paños.

Y después a la mañana desembolvíale y mirava qué era aquello que havía arrancado, y si vía alguna cosa buena en el paño, como es pluma floxa como algodón o algunas espinas de maguey, como una o dos, tenía señal que le havía de venir buenaventura y prosperidad. Y si por ventura hallava en el paño carbones o algún andraxo o pedaço de manta roto y suzio, en esto conocía que le havía de venir malaventura y miseria. Y si aquel que oía estos golpes nocturnos era algún hombre de poco ánimo y cobarde, ni la perseguía ni iva tras ella, sino temblava de temor y cortávase de miedo. Echávase a gatas porque ni podía correr ni andar. No pensava otra cosa más de que alguna desgracia le havía de venir por razón del mal agüero que havía oído. Començava luego a temer que le havía de venir enfermedad o muerte o alguna desventura de pobreza y trabajos por razón de aquel mal agüero.

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