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Capítulo LXIII De cómo el adelantado don Pedro de Alvarado, gobernador de Guatimala, salió del puerto de la Posesión para venir a este reino con grande armada Tengo tanto que escribir en las guerras civiles y debates que unos españoles tuvieron con otros, que muy de corrida quisiera pasar en lo que voy contando. Mas considerando que, si no es de manera que se entienda, mi trabajo será en vano, quiero pasarlo por satisfacer a los lectores: no seré largo en materia ninguna ni contaré más que el hecho. Digo, pues, que el adelantado don Pedro de Alvarado fue uno de los señalados capitanes que hubo en este nuevo mundo de indias. Su majestad le hizo su gobernador de la provincia de Guatimala con licencia, según yo oí, que pudiese descubrir por mar; un piloto llamado Ortiz Giménez, cursado en la navegación, le puso en cabeza que le llevaría a las islas de Tarsis. Otros dicen que a la China, donde había grandes riquezas, aderezó navíos forneciéndoles de vituallas, procurando de allegar hombres y caballos para salir en demanda de su empresa. Mas sucedió que de una nave que aportó aquella tierra tuvo aviso de cómo el Perú se había descubierto y Francisco Pizarro, proveído por gobernador de cierta parte de él y que había hallado grandes tesoros y nueva de mayor riqueza en lo de adelante. Alvarado, por consejo de los que con él tenían cabida, determinó de parar con su jornada y enviar un navío a la costa del Perú por la mar del Sur para que tomasen lengua de lo que había y de lo que era la tierra, mandando ir a un caballero de Cáceres, llamado García Holguín, el cual vino a esta costa; halló grandes corrientes y los vientos contrarios que no pudo pasar de Puerto Viejo, donde supo Pizarro había poco tiempo que era partido de la costa a la sierra.

Volvió con esta nueva García Holguín, diciéndole al adelantado que la tierra del Perú era muy grande y rica y adonde se podría bien descubrir. Alvarado vino al puerto de la Posesión. El licenciado Castañeda envió a Gabriel de Rojas con una probanza del intento del adelantado, habiéndole también avisado el piloto Juan Fernández, compañero que había sido del capitán Belalcázar, de la mucha riqueza que se decía haber en el Quito, de manera que las nuevas eran tan grandes de lo del Perú, que se determinó de en persona venir descubriendo lo que pudiese que no hallase ocupado por Pizarro ni su gente. Sacó de Guatimala y Nicaragua la más lucida armada que se ha hecho en las Indias, a dichos de muchos que me lo han certificado: en la cual venían quinientos hombres, poco más o menos, y trescientos y veinte y siete caballos, muchas armas y otros pertrechos necesarios para la guerra y conquistas. Y si hubiera navíos, más trajera de otros doscientos españoles y caballos. Entre los que venían fueron su hermano Gómez de Alvarado, Diego de Alvarado, Alonso de Alvarado, que después fue mariscal; Garcilaso de la Vega, don Alonso Enríquez de Guzmán, Luis de Moscoso, el licenciado Caldera, Gómez de Alvarado de Çafra, Alonso de Alvarado de Palomas, Vitores de Alvarado, el capitán Benavides, Pedro de Añasco, Antonio Ruiz de Guevara, Francisco de Morales, Juan de Sayavedra, Francisco Calderón, Juan de Errada, Miguel de la Serna, Francisco García de Tovar, Juan de Ampudia, Pedro de Puelles, Gómez de Estaçio, Sancho de la Carrera, Antonio Picado, García Holguín, Pedro de Villareal, el padre fray Marcos.

Muchos más venían caballeros y de mucha presunción que no supe sus nombres; y éstos puse porque todos ellos o los más señalaron en hacer buenos hechos, o en cometer grandes maldades en tiempo de las tiranías. Al piloto Juan Fernández hicieron capitán del galeón que fue un hermoso navío. Salieron de que se hubieron embarcado, del puerto de la Posesión del mes... del año de mil y quinientos treinta años. Después de haber navegado por la mar treinta días, llegaron a reconocer el cabo de San Francisco. El adelantado, aunque le habían dicho tanto de la riqueza del Quito, no pretendía él sino pasar descubriendo adelante de Chincha, donde sabía llegar la gobernación de Pizarro. Las corrientes son tantas en esta costa como saben los que por ella navegan, que estorbaron no ser la navegación tan a gusto de Alvarado, como él quisiera. Tomando la costa llegaron a la bahía de Caraques, donde saltaron todos en tierra, y los caballos, de los cuales se habían muerto muchos por la mar. En este lugar habló a la gente el adelantado, con las palabras que suelen los gobernadores de acá engañar para hacer sus hechos. Dijo que él para sí harto tenía y gobernador era de Guatimala, mas porque se viesen ricos y con repartimientos había querido ponerse al trabajo que habían visto; por tanto, que conociendo lo que en esto le debían, le fuesen fieles y buenos amigos. Y porque convenía dar orden en el regimiento del campo, determinó de señalar capitanes, con los demás y oficiales que se requería.

Y así luego nombró por su maese de campo a Diego de Alvarado, y por capitanes de los caballos a Gómez de Alvarado, su hermano, y a Luis de Moscoso y a don Alonso Enríquez de Guzmán; eligió por capitán de infantería a Benavides; y de los arcabuceros y ballesteros a Mateo Lezcano; alférez general encargó que le fuese Francisco Calderón, y mandó que fuese capitán de la guarda Rodrigo de Chávez; por justicia mayor del campo señaló al licenciado Caldera, y a Juan de Sayavedra por alguacil mayor. Todos estos cargos, dados y divulgados, con acuerdo del licenciado Caldera y de los más principales; determinó Alvarado que los navíos se fuesen a Puerto Viejo, y que la gente que marchase por tierra, con los caballos y gente de servicio que sacaron de Guatimala y Nicaragua; muchos hombres y mujeres, de los cuales murieron muchos, así por la mar como con los grandes trabajos que tuvieron por la tierra; y uno de los notabales daños y crueldades que los españoles han hecho en estas Indias ha sido sacar de sus tierras a los pobres indios con sus mujeres, estando pacíficos, para llevarlos a las tierras que tienen intento de descubrir y de robar. Hecho este proveimiento, el adelantado, con algunos escuderos que le fueron acompañando, fue a Manta, donde estaban los navíos. Tenía el intento ya dicho que era de descubrir tierra adelante de Chincha, donde paraban los términos de la gobernación de Pizarro. Mandó al piloto Juan Fernández que con el galeón navegase por la costa, llevando lo que los que habían de caminar por tierra pudiesen excusar todo lo que más pudiesen, hasta que viese estar fuera de los límites de la gobernación de Pizarro. Llevando aviso especial de poner en todos los puertos que tomase señales para que se viese, haber sido descubierto y tomase posesión en nombre del rey de Castilla y suyo. A los demás navíos, después de ser llegados donde habían de venir, los despachó a Nicaragua y a Panamá, porque pudiesen traer más gente, y él volvió luego donde había dejado su campo, con gran noticia que tuvo de la mucha riqueza que había en el Quito de un indio que dijo haberlo visto por sus ojos.

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