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Desarrollo


CAPÍTULO IX Que la Tórrida no es en exceso caliente, sino moderadamente caliente Hasta aquí se ha dicho de la humedad de la Tórridazona; agora es bien decir de las otras dos cualidades, que son calor y frío. Al principio de este tratado dijimos cómo los antiguos entendieron que la Tórrida era seca y caliente, y lo uno y lo otro en mucho exceso; pero la verdad es que no es así, sino que es húmeda y cálida, y su calor por la mayor parte no es excesivo, sino templado, cosa que se tuviera por increíble si no la hubiéramos asaz experimentado. Diré lo que me pasó a mí cuando fui a las Indias. Como había leído lo que los filósofos y poetas encarecen de la Tórridazona, estaba persuadido que cuando llegase a la Equinocial, no había de poder sufrir el calor terrible; fue tan al revés que al mismo tiempo que la pasé sentí tal frío, que algunas veces me salía al sol por abrigarme, y era en el tiempo que andaba el sol sobre las cabezas derechamente, que es en el signo de Aries, por marzo. Aquí yo confieso que me reí e hice donaire de los meteoros de Aristóteles y de su filosofía, viendo que en el lugar y en el tiempo que conforme a sus reglas había de arder todo y ser un fuego, yo y todos mis compañeros teníamos frío; porque en efecto es así que no hay en el mundo región más templada ni más apacible, que debajo de la Equinocial. Pero hay en ella gran diversidad, y no es en todas partes de un tenor. En partes, es la Tórridazona muy templada, como en Quito y los llanos del Pirú; en partes muy fría, como en Potosí, y en partes es muy caliente como en Etiopía y en el Brasil y en los Malucos.

Y siendo esta diversidad cierta y notoria, forzoso hemos de inquirir otra causa de frío y calor sin los rayos del sol, pues acaece en un mismo tiempo del año, lugares que tienen la misma altura y distancia de polos y Equinocial, sentir tanta diversidad, que unos se abrasan de calor y otros no se pueden valer de frío, otros se hallan templados con un moderado calor. Platón ponía su tan celebrada isla Atlántida en parte de la Tórrida, pues dice que en cierto tiempo del año tenía al sol encima de sí; con todo eso dice de ella que era templada, abundante y rica. Plinio pone a la Taprobana o Samatra, que agora llaman, debajo de la Equinocial, como en efecto lo está, la cual no sólo dice que es rica y próspera, sino también muy poblada de gente y de animales. De lo cual se puede entender que aunque los antiguos tuvieron por intolerable el calor de la Tórrida, pero pudieron advertir que no era tan inhabitable como la hacían. El excelentísimo astrólogo y cosmógrafo Ptolomeo, y el insigne filósofo y médico Avicena, atinaron harto mejor, pues ambos sintieron que debajo de la Equinocial había muy apacible habitación.

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