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Desarrollo


CAPÍTULO III Del modo de contar los años y meses que usaron los ingas En este cómputo de los mexicanos, aunque hay mucha cuenta e ingenio para hombres sin letras, pero paréceme falta de consideración no tener cuenta con las lunas, ni hacer distribución de meses conforme a ellas, en lo cual sin duda les hicieron ventaja los del Pirú, porque contaban cabalmente su año de tantos días, como nosotros, y partíanle en doce meses o lunas, consumiendo los once días que sobran de luna, según escribe Polo, en los mismos meses. Para tener cierta y cabal la cuenta del año, usaban esta habilidad: que en los cerros que están alrededor de la ciudad del Cuzco (que era la corte de los reyes ingas, y juntamente el mayor santuario de sus reinos, y como si dijésemos otra Roma), tenían puestos por su orden doce pilarejos en tal distancia y postura, que en cada mes señalaba cada uno dónde salía el sol y dónde se ponía. Estos llamaban succanga, y por allí anunciaban las fiestas y los tiempos de sembrar, y coger, y lo demás. A estos pilares del sol hacían ciertos sacrificios conforme a su superstición. Cada mes tenía su nombre proprio y distinto, y sus fiestas especiales. Comenzaban el año por enero, como nosotros; pero después, un rey inga, que llamaron Pachacuto, que quiere decir reformador del tiempo, dio principio al año por diciembre, mirando (a lo que se puede pensar) cuando el sol comienza a volver del último punto de Capricornio, que es el trópico a ellos más propincuo.

Cuenta cierta de bisiesto, no se sabe que la tuviesen unos ni otros, aunque algunos dicen que sí tenían. Las semanas que contaban los mexicanos, no eran propriamente semanas, pues no eran de siete días, ni los ingas hicieron esta división. Y no es maravilla, pues la cuenta de la semana no es como la del año por curso del sol, no como la del mes por el curso de la luna, sino en los hebreos, por el orden de la creación del mundo que refiere Moysén, y en los griegos y latinos por el número de los siete planetas, de cuyos nombres se nombran también los días de la semana. Pero para hombres sin libros ni letras harto es y aún demasiado, que tuviesen el año y las fiestas y tiempos con tanto concierto y orden como está dicho.

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