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Opinión de los mexicanos acerca del origen del mundo, del premio a las buenas obras y de otras cosas Gran parte de esa gente estaba del todo persuadida de que el mundo había carecido de principio y que sin embargo tendría fin, pero cuáles hubiesen sido sus primeros elementos y cuándo o de qué manera perecería, no sabían decirlo. No faltaban los que por el contrario juzgaran que había de ser perpetuo, pero que alguna vez tendría que volver al mismo estado en que estaban todas las cosas (como en otro tiempo opinó Plutón), aun cuando en qué tiempo pasaría eso, confesaban que lo ignoraban en absoluto. Por lo demás, con la oración, ayuno, sacrificios, dones y culto a los dioses y otros ejercicios de virtud, no esperaban conseguir nada para la felicidad de las almas (porque esto creían que dependía sólo del género de muerte y no de la clase de vida), pero con todo eso, creían firmemente que conseguirían perdón de sus crímenes y, por lo tanto, que se les prolongaría el curso de la vida, que se aumentaría su fortuna, que se dilatarían los límites del reino y que se subyugaría a los enemigos. Si les había cabido en suerte un buen rey, pedían vida larga y feliz para él, pero si era al contrario, se esforzaban en obtener de los dioses que quitado éste, pusieran otro en su lugar para el gobierno humano y prudente de la república. Cuidaban con esmero de trabajar por cosas caducas y frágiles y que rapidísimamente habían de perecer e instaban a los dioses con preces, larga abstinencia de alimento, derramamiento de sangre y con tantos millares de hombres sacrificados, que sólo en los templos de la ciudad mexicana, todos los años eran matados miserablemente mas de dos millares de hombres en gracia y honra de dioses horribles y atroces y con varios géneros de muerte, abiertos los pechos y arrancados los corazones todavía palpitantes, sin crimen o delito ninguno.

¿Y qué de que en los peristilos de los templos, se construyeran celdas retiradas en las cuales los próceres de la ciudad, para aplacar a los dioses se tormentaran e hirieran a sí mismos de mil maneras? De la creación del hombre nada transmitieron digno de ser recordado, excepto que se atribuye a Tezcatlipoca. No reputo verdadero lo que algunos afirman, a saber: que no veneraba esa gente las estatuas de mármol o fabricadas de cualquier otra materia, porque juzgaran que hubiera en ellas entendimiento y divinidad, sino porque eran los simulacros de aquellos que tenían por verdaderos dioses, y sus representaciones. Por el contrario, creo que tenían por dioses las mismas efigies a las cuales oían muy a menudo repondertes los que hablaban con ellas. Y a pesar de que fingían estatuas horrendas, crueles y deformes y aun simulacros de animales feroces y privados de razón, no sólo los tenían por dioses, sino que muchos también los protegían con la apariencia atroz y cruel de las fieras, la que no se creía que emanaba de otra parte sino de la misma divinidad, que de este modo, hasta donde era posible, se ponía y representaba ante los ojos. Por mero capricho habían imaginado innumerables dioses, sin el consejo de los sacerdotes y sin la autoridad o consentimiento de los reyes. A algunos repugnaba esto, y opinaban que a tal grado había llegado la locura de los otros que no sólo atribuían divinidad a los irracionales, sino también a objetos inanimados y carentes de sentido. La mayor parte aseguraba que los sacerdotes, los reyes, los próceres y los principales varones de la ciudad, usaban de familiaridad con los demonios y que los representaban en la misma forma en que los veían. Otra parte, por el contrario, mantenía que sabían por los mismos sacerdotes que nunca habían visto ni oído a los demonios, sino que aquello que se decía era mera impostura para conciliar fe y autoridad a la religión mexicana y con estas mismas ficciones mendaces aumentar la riqueza y abundancia de los templos.

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