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Desarrollo


Cómo hubieron palabras el capitán Pánfilo de Narváez y el oidor Lucas Vázquez de Aillón, y el Narváez le mandó prender y le envió en un navío preso a Cuba o a Castilla, y lo que sobre ello avino Parece ser que, como el oidor Lucas Vázquez de Aillón venía a favorecer las cosas de Cortés y de todos nosotros, porque así se lo había mandado la real audiencia de Santo Domingo y los frailes jerónimos que estaban por gobernadores, como sabían los muchos y buenos y leales servicios que hacíamos a Dios primeramente y a nuestro rey y señor, y del gran presente que enviamos a Castilla con nuestros procuradores; e demás de lo que la audiencia real le mandó, como el oidor vio los cartas de Cortés, y con ellas tejuelos de oro, si de antes decía que aquella armada que enviaba era injusta, y contra toda justicia que contra tan buenos servidores del rey como éramos era mal hecho venir: de allí adelante lo decía muy clara y abiertamente, y decía tanto bien de Cortés y de todos los que con él estábamos, que ya en el real de Narváez no se hablaba de otra cosa. Y además desto, como veían y conocían en el Narváez ser la pura miseria, y el oro y ropa que el Montezuma les enviaba todo se lo guardaba, y no daba cosa dello a ningún capitán ni soldado; antes decía, con voz, que hablaba muy entonado, medio de bóveda, a su mayordomo: "Mirad que no falte ninguna manta, porque todas están puestas por memoria"; e como aquello conocían de él, e oían lo que dicho tengo del Cortés y los que con él estábamos de muy francos, todo su real estaba medio alborotado, y tuvo pensamiento el Narváez que el oidor entendía en ello, e poner zizaña.

Y además desto, cuando Montezuma les enviaba bastimento, que repartía el despensero o mayordomo de Narváez, no tenía cuenta con el oidor ni con sus criados, como era razón, y sobre ello hubo ciertas cosquillas y ruido en el real; y también porque el consejo que daban al Narváez el Salvatierra, que dicho tengo que venía por veedor, y Juan Bono, vizcaíno, y un Gamarra, y sobre todo, los grandes favores que tenía de Castilla de don Juan Rodríguez, de Fonseca, obispo de Burgos, tuvo tan gran atrevimiento el Narváez, que prendió al oidor del Rey, a él y a su escribano y ciertos criados, y lo hizo embarcar en un navío, y los envió presos a Castilla o a la isla de Cuba. Y aun sobre todo esto, porque un hidalgo que se decía fulano de Oblanco y era letrado, decía al Narváez que Cortés era muy servidor del Rey, todos nosotros los que estábamos en su compañía éramos dignos de muchas mercedes, Y que parecía mal llamarnos traidores, y que era mucho más mal prender a un oidor de su majestad; y por esto que le dijo, le mandó echar preso; y como el Gonzalo de Oblanco era muy noble, de enojo murió dentro de cuatro días. También mandó echar presos a otros dos soldados de los que traía en su navío, que sabía que hablaban bien de Cortés, y entre ellos fue un Sancho de Barahona, vecino que fue de Guatemala. Tornemos a decir del oidor que llevaban preso a Castilla, que con palabras buenas e con temores que puso al capitán del navío y al maestre y al piloto que le llevaban a cargo, les dijo que, llegados a Castilla, que en lugar de paga de lo que hacen, su majestad les mandaría ahorcar; y como aquellas palabras oyeron, le dijeron que les pagase su trabajo y le llevarían a Santo Domingo; y así, mudaron la derrota que Narváez les había mandado que fuesen; y llegado a la isla de Santo Domingo y desembarcado, como la audiencia real que allí residía y los frailes jerónimos que estaban por gobernadores oyeron al licenciado Lucas Vázquez, y vieron tan grande desacato e atrevimiento, sintiéronlo mucho, y con tanto enojo, que luego lo escribieron a Castilla al real consejo de su majestad, y como el obispo de Burgos era presidente y lo mandaba todo, y su majestad no había venido de Flandes, no hubo lugar de se hacer cosa ninguna de justicia en nuestro favor; antes el don Juan Rodríguez de Fonseca diz que se holgó mucho, creyendo que el Narváez nos había ya prendido y desbaratado; y cuando su majestad, que estaba en Flandes, oyó a nuestros procuradores, y lo que el Diego Velázquez y el Narváez habían hecho en enviar la armada sin su real licencia, y haber prendido a su oidor, les hizo harto daño en los pleitos y demandas que después le pusieron a Cortés y a todos nosotros, como adelante diré, por más que decían que tenían licencia del obispo de Burgos, que era presidente, para hacer la armada que contra nosotros enviaron. Pues como ciertos soldados, parientes y amigos del oidor Lucas Vázquez, vieron que el Narváez le había preso, temieron no les acaeciese lo que hizo con el letrado Gonzalo de Oblanco, porque ya les traía sobre los ojos y estaba mal con ellos, acordaron de se ir desde los arenales huyendo a la villa donde estaba el capitán Sandoval con los dolientes; y cuando llegaron a le besar las manos, el Sandoval les hizo mucha honra, y supo dellos todo lo aquí por mi dicho, y cómo quería enviar el Narváez a aquella villa soldados a prenderle. Y lo que más pasó diré adelante.

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