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Desarrollo


Cómo el licenciado Zuazo envió una carta desde la Habana a Cortés, y lo que en ella se contiene es lo que diré adelante Pues como hubo tomado puerto el navío que dicho tengo, un hidalgo que venía por capitán dél cuando saltó en tierra luego fue a besar las manos a Cortés y le dio una carta del licenciado Zuazo; y después que Cortés la hubo leído, tomó tanta tristeza, que luego comenzó al parecer a sollozar en su aposento, y no salió de donde estaba hasta otro día por la mañana, que era sábado, e mandó que se dijese misa de nuestra señora muy de mañana; e después de dicha misa, nos rogó que le escuchásemos, y sabríamos nuevas de la Nueva-España, cómo echaron fama que todos éramos muertos, y cómo nos habían tomado nuestras haciendas y las habían vendido en el almoneda, y quitado nuestros indios y repartido en otros españoles, sin tener mérito, y comenzó a leer la carta, y decía así. E lo primero que leyó fue las nuevas que vinieron de Castilla de su padre Martín Cortés y de Ordás y cómo el contador Albornoz le había sido contrario en las cartas que escribió el Albornoz a su majestad y al obispo de Burgos, y lo que su majestad sobre ellas había mandado proveer, de enviar al almirante de Santo Domingo con seiscientos hombres, según ya lo tengo dicho en el capítulo que dello habla; y cómo el duque de Béjar quedó por su fiador, y puso su estado y cabeza por el Cortés y por nosotros, que éramos muy leales servidores de su majestad; y otras cosas que ya las he referido en el capítulo que dello habla.

Y cómo al capitán Narváez le dieron una conquista del río de Palmas, y que a un Nuño de Guzmán le dieron la gobernación de Pánuco, y que el obispo de Burgos era fallecido; y en las cosas de la Nueva-España dijo que, como Cortés hubo dado en Guazacualco los poderes y provisiones al factor Gonzalo de Salazar y a Pedro Almíndez Chirinos para ser gobernadores de México si viesen que el tesorero Alonso de Estrada y el contador Albornoz no gobernaban bien, así como llegaron a México el factor y veedor con sus poderes, se hicieron muy amigos del mismo licenciado Zuazo, que era alcalde mayor, y de Rodrigo de Paz, que era alguacil mayor, y de Andrés de Tapia y Jorge de Alvarado, y de todos los demás conquistadores de México; y cuando se vio el factor y veedor con tantos amigos de su vanda, dixo que el factor y el veedor habían de gobernar, y no el tesorero ni el contador, y sobre ello hubo muchos ruidos y muertes de hombres, los unos por favorecer al factor y al veedor, y otros por ser amigos del tesorero y el contador; de manera que quedaron con el cargo de gobernadores el factor y veedor, y echaron presos a los contrarios, tesorero y contador, y a otros muchos que fueron en su favor, y cada día había cuchilladas y revueltas, y que los indios que vacaban los daban a sus amigos, aunque no tenían méritos; y que al licenciado Zuazo que no le dejaban hacer justicia, y que al Rodrigo de Paz le habían echado preso porque les iba a dar la mano, y que el mismo licenciado Zuazo los volvió a concertar y hacer amigos, así al factor e tesorero y contador e a Rodrigo de Paz, y que estuvieron ocho días en concordia.

Y que en esta sazón se levantaron ciertas provincias que se decían los zapotecas y minxes, y un pueblo y fortaleza donde había un gran peñol que se dice Coatlan, y que enviaron a él muchos soldados de los que habían venido nuevamente de Castilla y de otros que no eran conquistadores, y envió por capitán dellos al veedor Chirinos, y que gastaban muchos pesos de oro de las haciendas de su majestad y lo que estaba en su real caja, y que llevaban tantos bastimentos al real donde estaban, que todo era behetrías y juegos de naipes, y que a los indios no se les daba por ellos cosa ninguna; y que de repente de noche se salían los indios del peñol y daban en el real del veedor, y le mataron ciertos soldados y le hirieron otros muchos, y a esta causa envió al factor con el mismo cargo a un capitán de los de Cortés, que se decía Andrés de Monjaraz, para que estuviese en compañía del veedor, porque este Monjaraz se había hecho muy amigo del factor, y en aquella sazón estaba tullido el Monjaraz de bubas, que no era para hacer cosa que buena fuese, y los indios estaban muy victoriosos, y que México estaba cada día para se alzar. Y que el factor procuró por todas vías de enviar oro a Castilla a su majestad e al comendador mayor de León don Francisco de los Cobos; porque en aquella sazón echó fama el factor que Cortés y todos nosotros éramos muertos en poder de indios, en un pueblo que se dice Xicalango, y en aquel tiempo había venido de Castilla Diego de Ordás, que es el que Cortés hubo enviado por procurador de la Nueva-España, y lo que procuró fue para él una encomienda de Santiago, y trajo por cédula de su majestad sus indios y unas armas del volcán que está cabe Guaxocingo, y que como llegó a México, dijo el Ordás que quería ir a buscar a Cortés, y esto fue porque vio las revueltas y cizañas, y que se hizo muy amigo del factor, y fue por la mar a ver si era vivo o muerto Cortés, con un navío grande y un bergantín, y fue costa a costa hasta que llegó a un pueblo que se dice Xicalango, adonde habían muerto al Simón de Cuenca y al capitán Francisco de Medina y a los españoles que consigo estaban, según más largo lo tengo escrito en el capítulo que dello habla; y como aquella nueva supo el Ordás, se volvió a Nueva-España, y sin desembarcar en tierra escribió al factor con unos pasajeros, que tiene por cierto que Cortés es muerto.

Y como echó esta nueva el Ordás, en el mismo navío que fue en busca de Cortés, luego atravesó a la isla de Cuba a comprar becerras y yeguas. Y cuando el factor vio la carta de Ordás, la anduvo mostrando en México a unos y a otros, y echó fama que era muerto Cortés y todos los que con él fuimos, e se puso luto, e hizo hacer un túmulo e monumento en la iglesia mayor de México, e hizo las honras por Cortés; y luego se hizo pregonar con trompetas y atabales por gobernador y capitán general de la Nueva-España, y mandó que todas las mujeres que se habían muerto sus maridos en compañía de Cortés, que hiciesen bien por sus almas y se casasen, y aun lo envió a decir a Guazacualco e a otras villas; e porque una mujer de un Alonso Valiente, que se decía Juana de Mansilla, no se quiso casar, y dijo que su marido y Cortés y todos nosotros éramos vivos, y que no éramos los conquistadores viejos personas de tan poco ánimo como los que estaban en el peñol de Coatlan con el veedor Chirinos, porque los indios les daban guerra, y no ellos a los indios, y que tenía esperanza en Dios que presto vería a su marido Alonso Valiente y a Cortés y a todos los demás conquistadores viejos de vuelta para México, y que no se quería casar; porque dijo estas palabras la mandó el factor azotar por las calles públicas de México, por hechicera; y también, como hay en este mundo hombres traidores aduladores, y era uno dellos uno que le teníamos por hombre honrado, que por su honor aquí no le nombro, dijo al factor delante otras muchas personas que estaba malo de espanto porque, yendo una noche pasada cerca del Taltelulco, que es la iglesia de señor Santiago, donde solía estar el ídolo mayor, que se decía Huichilobos, que vio en el patio que se ardían en vivas llamas el alma de Cortés y de doña Marina e la del capitán Sandoval, e que de espanto dello estaba muy malo.

También vino otro hombre que no nombro, que también le tenían en buena reputación, e dijo al factor que andaban en los patios de Tezcuco unas cosas malas, y que decían los indios que era el alma de doña Marina y la de Cortés; y todas eran mentiras y traiciones, sino por se congraciar con el factor dijeron aquello, o el factor se lo mandó decir. Y en aquel tiempo había llegado a México Francisco de las Casas y Gil González de Ávila, que son los capitanes por mí muchas veces nombrados, que degollaron a Cristóbal de Olí; y de que el de las Casas vio aquellas revueltas y que el factor se había hecho pregonar por gobernador, dijo públicamente que era mal hecho, y que no se había de consentir tal cosa, porque Cortés era vivo, y que él así lo creía, e que ya que eso fuese, lo cual Dios no permitiese, que para gobernador, que más persona y caballero y más méritos tenía Pedro de Alvarado que no el factor, y que le enviasen a llamar al Pedro de Alvarado; y secretamente su hermano Jorge de Alvarado y aún el tesorero y otros vecinos mexicanos le escribieron para que se viniese en todo caso a México con todos los soldados que tenía, y que procurarían de le dar la gobernación hasta saber si Cortés era vivo, y enviar a hacer saber a su majestad si fuese servido mandar otra cosa; e que ya que el Pedro de Alvarado con aquellas cartas se venía para México, tuvo temor del factor, según las amenazas le envió a decir al camino que le mataría; e como supo que habían ahorcado a Rodrigo de Paz y preso al licenciado Zuazo, se volvió a su conquista; y en aquel tiempo que había recogido el factor cuanto oro pudo haber en México y Nueva-España, para hacer con ello mensajero a su majestad, y enviar con ello a un su amigo que se decía Peña con sus cartas secretas, y el Francisco de las Casas y el licenciado Zuazo y Rodrigo de Paz se lo contradijeron, y aun también el tesorero y contador, que hasta saber nuevas ciertas si Cortés era vivo, que no hiciese relación que era muerto, pues no lo tenían por cierto, y que si oro quería enviar a su majestad de sus reales quintos, que era muy bien, mas que fuese juntamente con parecer y acuerdo del tesorero y contador, y no sólo en su nombre; y porque lo tenían ya en los navíos y para hacerse a la vela con ello, fue el de las Casas con mandamiento del alcalde mayor Zuazo y con favor de Rodrigo de Paz y de los demás oficiales de la hacienda de su majestad y conquistadores, que detuviesen el navío hasta que escribiesen a nuestro rey de la manera que estaba la Nueva-España; porque, según pareció, el factor no consentía que otras personas escribiesen, sino solamente sus cartas; y después que el factor vio que el de las Casas y el licenciado no eran buenos amigos y le iban a la mano, luego los mandó prender, e hizo proceso contra el Francisco de las Casas y contra el Gil González de Ávila sobre la muerte de Olí, y los sentenció a degollar, y de hecho quería ejecutar la sentencia, por más que apelaban ante su majestad; y con gran importunidad les otorgó la apelación, y los envió Castilla presos con los procesos que contra ellos hizo; y hecho esto, da luego tras el mismo Zuazo, y que en justo y en creyente lo arrebataron y llevaron en una acémila al puerto de la Veracruz y le embarcaron para la isla de Cuba, diciendo que porque fuese a dar residencia del tiempo que fue en ella juez; y que al Rodrigo de Paz, que le echó preso y le demandó el oro y plata que era de Cortés, porque como su mayordomo sabía dello, diciendo que lo tenía escondido, porque lo quería enviar a su majestad, pues era de los bienes que tenía Cortés usurpados a su majestad; y porque no lo dio, pues era claro que no lo tenía, sobre ello le dio tormento, y con aceite y fuego le quemó los pies y aun parte de las piernas, y estaba muy flaco y malo de las prisiones, y para morir; y no contento con los tormentos, viendo el factor que si le daba vida, que se iría a quejar dél a su majestad, le mandó ahorcar por revoltoso y bandolero.

Y que a todos los demás soldados y vecinos de México que eran de la banda de Cortés los mandó prender, y se retrajeron, en la casa de los frailes franciscanos Jorge de Alvarado y Andrés de Tapia, y todos los demás que eran con Cortés, puesto que otros muchos conquistadores se allegaron al factor porque les daba buenos indios, y que andaban "a viva quien vence", y que en la casa de la munición de las armas todas las sacó el factor y las mandó llevar a sus palacios, y que la artillería que estaba en la fortaleza y atarazanas las mandó asestar delante de sus casas, e hizo capitán de ella a un don Luis de Guzmán, deudo del duque de Medina-Sidonia, y puso por capitán de su guarda a un Archiaga o Artiaga, que ya no se me acuerda el nombre, y para guarda de su persona a un Ginés Nortes y un Pedro González Sabiote, y otros soldados que eran de los de Cortés, y más decía en la carta que escribió Zuazo a Cortés, que mirase que fuese luego a poner recaudo en México, porque, demás de todos estos males y escándalos, había otros peores, que había escrito el factor a su majestad que le habían hallado en su recámara de Cortés un cuño con que marcaba el oro que los indios le traían a escondidas, e que no pagaba quimo dello; y también dijo que porque viese cuál andaba la cosa en México, que porque un vecino de Guazacualco que vino a aquella ciudad a demandar unos indios que en aquel tiempo vacaron por muerte de otro vecino de los que estaban poblados en la villa, por muy secretamente que dijo el vecino de Guazacualco a una mujer donde posaba, que por qué se había casado, que ciertamente era vivo su marido y todos los que fueron con Cortés, y dio causas y razones para ello; como lo supo el factor, que luego le fueron con la partería, envió por él a cuatro alguaciles, y lo llevaron engarrafado a la cárcel, y lo quería mandar ahorcar por revolvedor hasta que el pobre vecino, que se decía Gonzalo Hernández, tornó a decir que, como vido llorar a la mujer por su marido, que por la consolar lo había dicho que era vivo, mas que ciertamente todos éramos muertos; y luego le dio los indios que demandaba, y le mandó que no estuviese más en México y que no dijese otra cosa, porque le mandaría ahorcar; y más decía en el cabo de su carta: "Esto que aquí escribo a vuestra merced, pasa así, y dejélos allá, y embarcáronme preso, y trajeronme con grillos aquí donde estoy.

" Y después que Cortés la hubo leído, estábamos tan tristes y enojados; así del Cortés, que nos trajo con tantos trabajos, como del factor, y echábamosle dos mil maldiciones, así al uno como al otro, y se nos saltaban los corazones de coraje. Pues Cortés no pudo tener las lágrimas, que con la misma carta se fue luego a encerrar a su aposento, y no quiso que le viésemos hasta más de mediodía, y todos nosotros aun le dijimos e rogamos que luego se embarcase en tres navíos que allí estaban, y que nos fuésemos a la Nueva-España; y él nos respondió muy amorosa y mansamente, y nos dijo: "¡Oh hijos y compañeros míos, que veo por una parte aquel mal hombre del factor, que está muy poderoso, y temo cuando sepa que estamos en el puerto, no haga otras desvergüenzas y atrevimientos aún más de lo que ha hecho, o me mate o ahogue o eche preso, así a mí como a vuestras personas; yo me embarcaré luego con el ayuda de Dios, y ha de ser solamente con cuatro o cinco de vuestras mercedes, y tengo de ir muy secretamente a desembarcar a puerto que no sepan en México de nosotros, hasta que desconocidos entremos en la ciudad; y demás desto, Sandoval está en Naco con pocos soldados, y ha de ir por tierra de guerra, en especial por Guatemala, que no está en paz. Conviene que vos, señor Luis Marín, con todos los compañeros que aquí vinisteis en mi busca, os volvais y os junteis con Sandoval, y se vayan camino de México". Dejemos esto, y quiero volver a decir que luego que Cortés escribió al capitán Francisco Hernández, que estaba en Nicaragua, que fue el que enviaba a buscar puerto con el Pedro de Garro, y se le ofreció Cortés que haría por él todo lo que pudiese, y le envió dos acémilas cargadas de herraje, porque sabía que tenía falta dello, y también le envió herramientas de minas, y ropas ricas para su vestir, y cuatro tazas y jarros de plata de su vajilla, y otras joyas de oro; lo cual entregó a un hidalgo que se decía fulano de Cabrera, que fue uno de los cinco soldados que fueron con nosotros en busca de Cortés; y este Cabrera fue después capitán de Benalcázar, y fue muy esforzado capitán y extremado hombre por su persona, natural de Castilla la Vieja; el cual fue maestre de campo de Blasco Núñez Vela, e murió en la misma batalla que murió el virrey.

Quiero dejar cuentos viejos, y quiero decir que como yo vi que Cortés se había de ir a la Nueva-España por la mar, le fui a pedir por merced que en todo caso me llevase en su compañía, y que mirase que en todos sus trabajos y guerras me había hallado siempre a su lado y le había ayudado, y que ahora era tiempo que yo conociese dél si tenía respeto a los servicios que yo le había hecho, y amistad y ruego presente. Entonces me abrazó y me dijo: "Pues si os llevo conmigo, ¿quién irá con Sandoval? Ruégoos, hijo, que vayáis con vuestro amigo Sandoval; que yo os prometo y empeño estas barbas yo os haga muchas mercedes, que bien os lo debo antes de ahora." En fin, no aprovechó cosa ninguna, que no me dejó ir consigo. También quiero decir cómo estando que estábamos en aquella villa de Trujillo, un hidalgo que se decía Rodrigo Mañueco, maestresala de Cortés, hombre de palacio, por dar contento y alegría a Cortés, que estaba muy triste, y tenía razón, apostó con otros caballeros que subiría armado de todas armas a una casa que nuevamente habían hecho los indios de aquella provincia para Cortés, según lo he declarado en el capítulo que dello habla, las cuales casas estaban en un cerro algo alto; y subiendo armado, reventó al subir de la cuesta, y murió dello; y asimismo, como vieron ciertos hidalgos de los que halló Cortés en aquella villa que no les dejaba cargos, como ellos quisieran, estaban revolviendo bandos, e Cortés los apaciguó con decir que los llevaría en su compañía a México, e que allá les daría cargos honrosos.

Y dejémoslo aquí, y diré lo que Cortés más hizo, y es, que mandó a un Diego de Godoy, que había puesto por capitán en el Puerto de Caballos, con ciertos vecinos que estaban malos, y no se podían valer de pulgas y mosquitos y no tenían con qué se mantener, que todas estas miserias tenían, que se pasasen a Naco, pues era buena tierra, e que nosotros nos fuésemos con el capitán Luis Marín camino de México, e si hubiese lugar, fuésemos a ver la provincia de Nicaragua, para demandarla a su majestad en gobernación que aun de aquello tenía codicia Cortés para tomarla por gobernación el tiempo andando, si aportase a México; y después que Cortés nos abrazo y nosotros a él, y le dejamos embarcado, se fue a la vela para su vía de México, y nosotros partimos para Naco, y muy alegres en saber que habíamos de caminar la vía de México. Y con muy gran trabajo y falta de comida llegamos a Naco, y Sandoval se holgó con nosotros, y cuando llegamos, ya el Pedro de Garro, con todos sus soldados, se habla despedido del Sandoval, y se fue muy gozoso a Nicaragua a dar cuenta a su capitán Francisco Hernández de lo que había concertado con Sandoval; y luego otro día que llegamos a Naco nos partimos y fuimos camino de México, y los soldados de la compañía de Garro que habían ido con nosotros a Trujillo se fueron camino de Nicaragua con el presente y carta que Cortés enviaba a Francisco Hernández. Dejare de decir de nuestro camino, y diré lo que sobre el presente sucedió a Francisco Hernández con el gobernador Pedro Arias de Ávila.

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