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Desarrollo


Cómo el licenciado Alonso de Zuazo venía en una carabela a la Nueva-España, y dio en unas isletas que llaman las Víboras, y lo que más le aconteció Como ya he dicho en el capítulo pasado que hablé de cuando el licenciado Zuazo fue a ver a Francisco de Garay al pueblo de Xagua, que es la isla de Cuba, cabe la villa de la Trinidad; y el Garay le importunó que fuese con él en su armada para ser medianero entre él y Cortés, porque bien entendido tenía que había de tener diferencias sobre la gobernación de Pánuco; y el Alonso de Zuazo le prometió que así lo haría en dando cuenta de la residencia del cargo que tuvo de justicia en aquella isla de Cuba, donde al presente vivía; y en hallándose desembarazado, luego procuró de dar residencia y hacerse a la vela, e ir a la Nueva-España, adonde había prometido. Y embarcado en un navío chico, e yendo por su viaje, e salidos de la punta que llaman de Sant-Antón, y también se dice por otro nombre la tierra de los Guanatabeis, que son unos salvajes que no sirven a españoles; y navegando en su navío, que era de poco porte, o porque el piloto erró la derrota, o descayó con las corrientes, fue a dar en unas isletas que son entre unos bajos que llaman las Víboras, y no muy lejos destos bajos están otros que llaman los Alacranes, y entre estas isletas se suelen perder navíos grandes, y lo que le dio la vida a Zuazo fue ser su navío de poco porte. Pues volvieron a nuestra relación: porque pudiesen llegar con el navío a una isleta que vieron que estaba cerca, que no bañaba la mar, echaron muchos tocinos al agua, y otras cosas que traían para matalotaje, para aliviar el navío, para poder ir sin tocar en tierra hasta la isleta, y cargaron tantos tiburones a los tocinos, que a unos marineros que se echaron al agua a más de la cinta, los tiburones, encarnizados en los tocinos, apañaron a un marinero dellos y le despedazaron y tragaron, y si de presto no se volviera los demás marineros a la carabela, todos perecieran, según andaban los tiburones encarnizados en la sangre del marinero que mataron; pues lo mejor que pudieron allegaron con su carabela a la isleta, y como había echado a la mar el bastimento y cazabe, y no tenían qué comer, y tampoco tenían agua que beber, ni lumbre, ni otra cosa con que pudiesen sustentarse, salvo unos tasajos de vaca que dejaron de arrojar a la mar, fue ventura que traían en la carabela dos indios de Cuba, que sabían sacar lumbre con unos palicos secos que hallaron en la isleta adonde aportaron, e dellos sacaron lumbre, y cavaron en un arenal y sacaron agua salobre, y como la isleta era chica y de arenales, venían a ella a desovar muchas tortugas, e así como salían las trastornaban los indios de Cuba las conchas arriba; e suele poner cada una dellas sobre cien huevos tamaños como de pato; e con aquellas tortugas e muchos huevos tuvieron bien con que se sustentar trece personas que escaparon en aquella isleta; y también mataron lobos marinos que salían de noche al arenal de la isleta, que fueron harto buenos para comer.

Pues estando desta manera, como en la carabela acertaran a venir dos carpinteros de ribera, y tenían sus herramientas, que no se les habían perdido, acordaron de hacer una barca para ir con ella a la vela, e con la tablazón e clavos, estopas e jarcias y velas que sacaron del navío que se perdió, hacen una buena barca como batel, en que fueron tres marineros e un indio de Cuba a la Nueva-España, y para matalotaje llevaron de las tortugas y de los lobos marinos asados, y con agua salobre, y con la carta e aguja de marcar, después de se encomendar a Dios, fueron su viaje, e unas veces con buen tiempo e otras veces con contrario, llegaron al puerto de Chaldocueca, que es el río de Banderas, adonde en aquella sazón se descaraban las mercaderías que venían de Castilla, y desde allí fueron a Medellín, adonde estaba por teniente de Cortés un Simón de Cuenca; y como los marineros que venían en la barca le dijeron al teniente el gran peligro en que estaba el licenciado Alonso Zuazo, luego sin más dilación el Simón de Cuenca buscó marineros e un navío de poco porte, y con mucho refresco lo despachó a la isleta adonde estaba el Zuazo; y el Simón de Cuenca le escribió al mismo licenciado cómo Cortés se holgaría mucho con su venida, e asimismo le hizo saber a Cortés todo lo acaecido, y cómo le envió el navío abastecido; de lo cual se holgó Cortés del buen aviamiento que el teniente hizo, y mandó que en aportando allí al puerto, que le diesen todo lo que hubiese menester, y vestidos y cabalgaduras, e que le enviasen a México; y partió el navío, e fue con buen viaje a la isleta, con el cual se holgó el Zuazo y su gente; y de presto, con buen tiempo, vino a Medellín, e se le hizo honra, y se fue a México.

Y Cortés le mandó salir a recibir y le llevó a sus palacios, y se regocijó con él y le hizo su alcalde mayor. Y en esto paró el viaje del licenciado Alonso de Zuazo. Dejemos de hablar dello, y digo que esta relación que doy, es por una carta que nos escribió a la villa de Guazacualco Cortés al cabildo della, adonde declaraba lo por mí aquí dicho, e porque dentro en dos meses vino al puerto de aquella villa el mismo barco en que vinieron los marineros a dar aviso del Zuazo, e allí hicieron un barco del descargo de la misma barca, y los marineros nos lo contaban según de la manera que aquí lo escribo. Dejemos esto, y diré cómo Cortés envió a Pedro de Alvarado a pacificar la provincia de Guatemala.

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