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Desarrollo


Capítulo 13 De cómo Motecuçoma embió otros hechizeros contra los españoles, y de lo que les aconteció en el camino Como supo Motecuçoma que ya venían los españoles camino de México, embiólos al encuentro muchos sátrapas de los ídolos, agoreros y encantadores y nigrománticos, para que con sus encantamientos y hechicerías los empeciesen y malefeciasen. Y no podieron hazer nada, ni sus encantamientos los pudieron empecer, ni aun llegaron a ellos, porque antes que llegasen a ellos toparon con un borracho en el camino y no pasaron adelante. Parecióles que era un indio de los de Chalco; parecíales que estava borracho. Traía ceñido a los pechos ocho cabestros o sogas hechas de heno, como de esparto, y venía de hazia donde estavan los españoles. Y llegando cerca de ellos, començó con gran enojo a reñirlos, y díxoles: "¿Para qué porfiáis vosotros otra vez de venir acá? ¿Qué es lo que queréis? ¿Qué piensa Motecuçoma de hazer? ¿Agora acuerda a despertar? ¿Agora comiença a temer? Ya ha errado; ya no tiene remedio porque ha hecho muchas muertes injustas; ha destruido muchos; ha hecho muchos agravios y engaños y burlas." Como vieron este hombre, los encantadores temieron mucho y prostáronse delante de él; començaron a rogarle y hizieron un montón de tierra, como altar, y echaron heno verde encima para que se sentase. Y él, como hombre enojado, ni quiso sentarse ni mirarles ni hazer lo que le rogavan; por demás hizieron el altar o asiento; mas antes se enojó más bravamente y más reciamente; los reñía con grandes vozes y gran denuedo; les dixo: "Por demás havéis venido.

Nunca más haré cuenta de México. Para siempre os dexo. No tendré más cargo de vosotros, ni os ampararé. Apartaos de mí. Lo que queréis no se puede hazer. Volveos y mirad hazia México." Y ellos bolviéronse a mirar hazia México, y vieron que todos los cúes ardían, y los calpules y calmecates, y todas las casas de México. Pareciólos que havía gran guerra dentro en la ciudad de México. Como vieron aquello, los encantadores desmayaron grandemente y no podieron hablar palabra; hízoseles un nodo en la garganta. Esto aconteció en la cuesta que suben hazia Tlalmanalco. Hecho esto, desapareció aquel que les hablava, y bolviendo en sí dixeron: "Esto que hemos visto convenía que lo viera Motecuçoma y no nosotros. Este que nos ha hablado no es persona humana; es el dios Tezcatlipuca." Estos mensajeros no curaron de ir más adelante, sino bolvieron a dar relación a Motecuçoma de lo que havía pasado. Venidos los mensajeros a la presencia de Motecuçoma, oído lo que dixeron, entristecióse mucho. Estava cabizbaxo; no hablava; estava enmudecido, casi fuera de sí. A cabo de rato, díxolos: "Pues ¿qué hemos de hazer, varones nobles? Ya estamos para perdernos; ya tenemos tragada la muerte. No hemos de subirnos a alguna sierra ni hemos de huir. Mexicanos somos. Ponernos hemos a lo que viniere por la honra de nuestra generación mexicana. Pésame de los viejos y viejas, y de los niños y niñas que no tienen posibilidad ni discreción para valerse. ¿Dónde los escaparán sus padres? Pues ¿qué hemos de hazer? Nacidos somos; venga lo que viniere."

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