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Datos principales


Desarrollo


Bernal hace un primer viaje a España (1540) Pensaba quizás salir junto con don Hernando, pero de hecho partió antes, en enero de 1540. De su estancia en la corte consigna más de un recuerdo en su Historia. Refiere así que, como el año anterior había fallecido la emperatriz Isabel, hubo que vestirse de luto. Al aparecer Cortés y quienes con él venían y asimismo Hernando Pizarro con su séquito, todos vestidos de negro, tenían --los de la corte-- por chiste de llamarnos, los indianos peruleros enlutados (CCI). No obstante las cartas que llevaba, del virrey y de Cortés, no logró Bernal ser oído directamente por los del Consejo de Indias. Los funcionarios de este Consejo turnaron su asunto al fiscal real Juan de Villalobos, con residencia en Valladolid. La decepción, por no decir mejor indignación, que experimentó Bernal al conocer lo dictaminado por Villalobos, debió ser muy grande. Tal vez por descuido de enterarse, cosa propia de gran parte de los burócratas, el dicho Villalobos declaró que no procedía proveer cosa alguna de lo que suplicaba Bernal Díaz del Castillo porque no había sido tal conquistador como decía, ni le habían sido encomendados los dichos pueblos por servicios que hubiese hecho y otras causas que alegó...12. En un segundo intento, tuvo luego mejor suerte. Así, tras examinarse de nuevo sus documentos, se expidieron en su favor varias reales cédulas. En la primera de ellas se ordenaba al virrey de Nueva España se dieran a Bernal, en compensación por las encomiendas que se le habían quitado, otras en las mismas provincias de Tabasco y Chiapas.

Pronto reaccionó Bernal y alcanzó se le oyera de nuevo. Expresó que tal concesión no podría llevarse a efecto porque los indios de las dichas provincias de Chiapa y Tabasco estaban todos repartidos...13. En principio volvió a tener éxito en su gestión. Nuevas reales cédulas se expidieron a su favor. Una iba dirigida a Pedro de Alvarado, gobernador de Guatemala, para que allí se le hiciese merced de indios encomendados. Ello respondía a la petición de Bernal que --recordando su estancia en la ciudad de Guatemala-- pensó entonces podría residir allí. Otras reales cédulas, teniendo como destinatarios al virrey de Nueva España y al licenciado Alonso López Cerrato, presidente de la Audiencia de Guatemala, implicaban el propósito de alcanzar que Alvarado cumpliera con la entrega que se le ordenaba en favor de Bernal. Como veremos, por el momento poco aprovecharían tales reales órdenes, entre otras cosas porque el destinatario principal para el efecto buscado, Pedro de Alvarado, se encontraba ausente de Guatemala y poco después moría en Jalisco (junio de 1541) combatiendo a los indios que allí se habían rebelado Bernal se establece en Guatemala En el año antes mencionado llegó Bernal a la ciudad donde pasaría casi todo el resto de su existencia. Con él hacía vida marital por algún tiempo otra indígena, natural de Guatemala. Es de suponer que la otra, doña Francisca, o había muerto o había quedado en México. La nueva compañera de Bernal --éste a la sazón ya de algo más de cuarenta y cinco años-- se llamaba Angelina.

De ella tuvo otro hijo, Diego Luis del Castillo. Ahora bien, puesto que había una disposición real en el sentido de que todos los que tenían encomiendas debían estar casados, es de pensarse que Bernal, hombre algo más que maduro, quisiera satisfacer en definitiva tal requerimiento, formando una familia de acuerdo con el estatus social que pretendía. Contrajo así matrimonio, probablemente a principios de 1544, con Teresa Becerra, viuda de Juan Durán e hija del conquistador y alcalde ordinario de Guatemala, Bartolomé Becerra. Con ella habría de tener nueve hijos, el mayor de los cuales, Francisco, intervendría, andando el tiempo, en la copia y revisión de la Historia escrita por su padre. Por lo que toca a mercedes y concesiones algo fue además lo que obtuvo Bernal, instalado ya en Guatemala, aunque, por supuesto, no quedara satisfecho con ello. El gobernador interino, Alonso de Maldonado, le concedió tres encomiendas en los pueblos de Zacatepequez, Jozagazapa y Mistán. Por otra parte intervino también para que Bernal pasara a ser uno de los miembros del cabildo de la ciudad. Muy pronto iba a actuar allí en una materia entonces candente y que afectaba a cuantos poseían indios, esclavos o encomendados. Tras sesudas reflexiones se habían promulgado en 1542 las llamadas Leyes Nuevas. Estas se dirigían sobre todo a poner coto a la esclavitud de los nativos y a fijar límites a la perpetuidad de las encomiendas. El cabildo de Guatemala y cuantos se veían afectados reaccionaron al unísono.

El asunto, lejos de resolverse, parecía agravarse. Conviene recordar que precisamente por esos años (1545) estaba ya como obispo de Chiapas --limítrofe con Guatemala-- el gran promotor de la legislación antiesclavista y enemigo radical de las encomiendas, fray Bartolomé de las Casas. El cabildo pidió al presidente de la Audiencia, el ya citado López Cerrato, reflexionara sobre las consecuencias de pretender poner en vigor los nuevos ordenamientos. Como poco o nada se siguió de esta y otras gestiones, el mismo cabildo determinó enviar un procurador a España. Tal vez porque era público y notorio que Bernal pleiteaba sin reposo en el asunto de sus encomiendas, se decidió escogerlo para tal propósito. De nuevo en España (1549-1551) Sostiene el autor de la Historia verdadera dos cosas poco creíbles en relación con este su segundo viaje a España. De ellas habla en un largo capítulo, el CCXI. La primera es la de afirmar que había él viajado a España y participado en las Juntas que sobre los debatidos asuntos de la guerra justa, la esclavitud, perpetuidad de encomiendas y tributos, se celebraron en Valladolid en 1550, no por haber sido enviado entonces por el cabildo de Guatemala sino porque a mí me mandaron llamar de la corte, como a conquistador más antiguo de la Nueva España (CCXI). La segunda cosa es presentarse, sin más, como alguien cuyo parecer fue allí escuchado, como había ocurrido también con los de otros que él enumera, nada menos que fray Bartolomé de las Casas, Vasco de Quiroga y otros caballeros, juristas y teólogos (Juan Ginés de Sepúlveda, Domingo de Soto.

..). Bernal, como era de suponerse, sostiene que dimos nuestros pareceres y votos que se hiciesen perpetuos los repartimientos (CCXI). Si hubo de regresar a Guatemala con no muy buenas noticias para quienes lo habían enviado, al menos en otro terreno sí había salido exitoso. Era éste el de sus personales intereses y demandas. Imposible es dejar de hacer el registro de ello en un absurdo afán de presentar una limpísima imagen de Bernal, humano en fin. Las reales cédulas que para sí alcanzó iban dirigidas al oidor López Cerrato. Debía éste concederle tierras e indios de igual valor a aquellas que (más de veinte años antes) se le habían quitado en Tabasco y Chiapas. También debía promover el canje de un pueblo que una de las hijas de Bernal tenía encomendado en Coatzacoalcos por otro en Guatemala. Igualmente se autorizaba a Bernal a portar armas, lo mismo que a dos sirvientes suyos que, para su personal defensa, lo acompañaran. Con estas y otras misivas de menor monta --como la que le autorizaba a importar tres asnos sin pagar impuestos-- regresó Bernal a Guatemala en septiembre de 1551.

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