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En el momento de la dimisión de Adenauer la República Federal tenía la misma edad que había tenido la de Weimar, pero si ésta había llegado a tener trece cancilleres, la RFA no había pasado de uno. Se acusaba al canciller de haber restaurado el capitalismo, pero en realidad había conseguido un sistema democrático estable en el que los grandes partidos no se enfrentaban por motivos ideológicos sino que coincidían en gran parte al mismo tiempo que los pequeños desaparecían. Erhard, su sucesor, era un político cosmopolita con pretensiones no partidistas que siempre buscaba una solución de consenso a pesar de que ésta no fuera siempre posible. Su prestigio en el terreno económico le dio la victoria política. En las elecciones de septiembre de 1965 la CDU obtuvo una victoria impresionante después de haber retrocedido en elecciones locales y regionales: logró el 47% mientras que el SPD permanecía en el 39% y el FDP tenía el 9%. "Nosotros no queremos menos distensión sino más", afirmó Erhard y, en efecto, el punto de partida respecto al predecesor fue la apertura hacia el Este. Schröder, a su lado como ministro de Exteriores, era la segunda personalidad de la nueva CDU e intentó seriamente llevarla a cabo gracias a los permisos de visita que permitieron que en Navidades un millón de personas visitaran Alemania oriental. Por su parte, Egon Bahr en el SPD defendió el "cambio por aproximación": en su opinión, el comercio con la otra Alemania serviría para la distensión.

En la práctica fue tratada, de modo indirecto, como una especie de miembro adicional del Mercado Común con las consiguientes ventajas. Otra cuestión de la máxima importancia para la política exterior fue la relativa al pasado; de ahí la apertura de relaciones diplomáticas con Israel. Entre 1959 y 1964 Alemania Federal había entregado 1.000 millones de marcos a quienes habían sido víctimas de los nazis. En 1963, reabriendo procesos anteriores, fueron juzgados 16 carceleros de Auschwitz y de ellos 6 fueron condenados a penas de reclusión por toda la vida. Alemania experimentó pronto el malestar estudiantil. En 1961 la construcción del muro tuvo un resultado paradójico en la Universidad Libre de Berlín: en vez de rechazar el marxismo se comenzó a interesar por él. En 1966 hubo las primeras manifestaciones en contra de la Guerra de Vietnam. Entre los dirigentes estudiantiles el principal fue Dutschke, que procedía de la Alemania del Este. Como en otras partes, el malestar en la cultura precedió al estudiantil: en 1963 se publicó la obra de Rolf Hochhuth titulada El vicario, muy crítica con respecto al papel de Pío XII en el momento de la persecución de los judíos por Hitler. Además, los esposos Misterlicht criticarían desde una óptica freudiana la incapacidad de Alemania de asumir su pasado. Pero, también como en otras partes, al mismo tiempo la sociedad vivía en la prosperidad: de 59 millones de alemanes occidentales casi diez tenían su propio vehículo en 1965.

La sociedad de consumo estaba, por tanto, perfectamente implantada y era obra en gran medida del canciller. Su abandono del poder se explica, sin embargo, por su carácter: apolítico, no fue capaz de luchar para evitar las querellas internas de su partido; además, su atlantismo le hacía oponerse al pacto con Francia. También contribuyó el abandono de la coalición por el FDP. Pero Erhard, aparte de sus éxitos económicos, supuso un cambio muy importante desde el punto de vista del estilo de Gobierno, mucho menos autocrático que el de Adenauer. Una gran coalición SPD-CDU ocupó el poder desde diciembre de 1966 hasta octubre de 1969. La hizo posible el deseo de la CDU de lograr una ley electoral nueva con la que convertiría en posible un sistema bipartidista desplazando al FDP. Por su parte, Wehner, el gran estratega del SPD, creía que ésa sería una fórmula para aproximar a su partido al poder. La política interna se centró, por tanto, sobre la reforma electoral. La mayoría del CDU era partidaria de un sistema mayoritario pero Wehner utilizó el cambio para provocar la coalición pero, al mismo tiempo, para cortejar también al FDP haciendo muy poco para ponerla en práctica. El nuevo Gobierno, presidido por Kiesinger, una de las pocas personalidades democristianas propicias a una apertura al Este, contó con 10 ministros de la CDU y 9 del SPD. Un núcleo formado por un equipo reducido tomó las decisiones más importantes.

En general, la coalición funcionó bien con dos hombres de orientación política muy distinta, jugando un papel esencial a la hora de llevar la política económica, el bávaro Strauss y el socialdemócrata Schiller. En 1968-9 el crecimiento anual se situaba entre el 7 y el 8% y la inflación había disminuido; ya en los años setenta había más de dos millones de trabajadores extranjeros. En la segunda mitad de la década de los sesenta fue derrotado en el seno del FDP el grupo de los nacional-liberales de Mende. En cambio, dominaron otras personas como Genscher o Scheel que procedían de Sajonia, en el Este, y que eran decididos partidarios de la apertura hacia la RDA en lo que coincidían con la prensa y la opinión pública y la propia política norteamericana, que no parecía tener en cuenta las necesidades objetivas de Alemania al proponer, por un lado, el tratado de no proliferación de armas nucleares y, por otro, imponer el pago del mantenimiento de las fuerzas de guarnición. Ya Brandt empleó expresiones nuevas como las de considerar que él no podía considerar como Gobierno extranjero al de la Alemania oriental. Kiesinger, por su parte, hizo desaparecer el término Pankow para referirse a la capital de la Alemania oriental. En la práctica, sin embargo, ésta hizo lo posible por suprimir los vestigios de relación con la Alemania histórica, recalcando su propia especificidad. Otra cuestión importante fue la de la reforma de las Universidades, que en 1970 habían llegado a acoger a 510.

000 estudiantes. Los estudiantes radicales seguidores de Dutschke pretendían llevar a cabo una oposición extraparlamentaria que definían como de democracia directa. En realidad, el contenido de su propuesta era netamente anarquista; la subversión universitaria llevó a hacer aparecer una legislación extraordinaria que dificultó las relaciones entre la CDU y el SPD. En abril de 1968 Dutschke fue objeto de un atentado que le llevaría muchos años después a la muerte. En medio de la protesta, una estudiante llegó a abofetear al canciller Kiesinger y recibió flores por ello del escritor Böll. Una buena parte de la protesta de fines de los sesenta nació en medios intelectuales alemanes: Galtung denunció la "violencia estructural" y Marcuse caracterizó las democracias occidentales como dominadas por la "tolerancia represiva". Los nuevos ideólogos proclamaron frente a una sociedad de "placer" y de consumo una sociedad de "realización". Una parte de los estudiantes subversivos se encaminaron hacia la acción violenta. Baader, Ensslin y Meinhof, los líderes de este terrorismo, procedían de medios universitarios e intelectuales; los dos primeros incendiaron unos grandes almacenes como protesta contra el consumo. En prisión, los tres optaron en 1976-1977 por suicidarse. El FDP dio la victoria en la elección presidencial de 1969 al socialdemócrata Heinemann por un solo voto diferencia de un modo que presagiaba el final de la gran coalición.

En las elecciones de 1969 el SPD ofreció, por un lado, el mensaje de la moderación en manos de Schmidt mientras que Brandt y Heinemann movilizaban a los intelectuales y a los medios de comunicación. El SPD consiguió finalmente superar la barrera del 40% con el 42%, frente al 46% de la CDU y menos del 6% del FDP. Los democristianos intentaron entonces seducir al FDP, pero Brandt fue más rápido y más decidido; fue su resolución más que la decisión de los electores la que dio lugar a la alternancia. Wehner rechazaba la idea de un Gobierno SPD que dependiera de los votos de cinco liberales y dudaba de la capacidad de Brandt como parlamentario para presidir un Gobierno. Era demasiado poco tenaz en la acción política y demasiado bohemio en la forma de vivir. En el Gobierno de Berlín le había llevado a una gestión financiera poco responsable y, además, se sentía demasiado atraído por los jóvenes radicales de su partido. Pero la llegada al poder de una persona como Willy Brandt, hijo de un padre desconocido y una vendedora, significaba un cambio con respecto al pasado. Él mismo llegó a decir que suponía el final de la Segunda Guerra Mundial y el escritor Heinrich Böll afirmó que suponía el final de la tradición de los alemanes de sentirse una raza superior. Su política respecto al Este fue realista y facilitó una penetración económica de la Alemania occidental que contribuyó poderosamente a la caída posterior del muro pero sólo pudo realizarse a base de cesiones que de momento dieron la sensación de suponer un reconocimiento de Alemania del Este a cambio de muy poco.

Tras la firma de los diversos acuerdos, el problema que le quedaba por solventar a Brandt era la aprobación en el Bundestag de lo acordado pues, en definitiva, la CDU en un momento, gracias a cuatro diputados liberales y un SPD, dispuso de la mayoría. Para ella la SPD había concedido demasiado y demasiado rápido pero perdió gracias a que dos diputados de la CDU parecían haber cambiado su voto. Es posible que ambos partidos presionaran por todos los medios, incluso la corrupción, a los diputados adversarios pero la cuestión superaba las líneas de confrontación ideológica. Finalmente, los Tratados de Moscú y de Varsovia fueron ratificados en mayo de 1972 y el Tratado entre las dos Alemanias en diciembre de 1972 tras unas elecciones que dieron un resultado más confortable al SPD. Entre tanto, las reformas aprobadas supusieron la rebaja en la edad de voto a los 18 años y una ley marco sobre las Universidades que introdujo reformas no tan importantes. También fue una ley de aborto que luego en 1975 rectificó el Tribunal Constitucional. La apertura hacia la inmigración supuso que en 1982 el número de extranjeros residentes en Alemania fuera el 7.5% del total. En realidad, las medidas políticas tomadas no hicieron otra cosa que ratificar y ampliar disposiciones anteriores. Otro problema fue el de la seguridad interior frente al terrorismo: se aprobó una legislación que permitía excluir de la burocracia a quienes profesaran unas ideas contrarias a la Constitución, pero apenas 235 personas de 454.

000 recibieron este trato. En cuanto a la política económica, Brandt había prometido una profunda transformación pero las reformas sociales dejaron a Alemania mal protegida respecto a la futura crisis del petróleo. La inflación pasó del 2% al 5.3% en 1969-1972. Brandt reconocía no saber absolutamente nada de cuestiones económicas y en ellas se apoyaba en Schiller, un economista ortodoxo, pero en el seno del SPD había quienes, como Eppler, eran partidarios de un incremento draconiano de los impuestos directos. Schmidt tuvo problemas personales con Schiller y éste, que dimitió, acabó apoyando a la CDU en la elección de 1972. A ella llegó Brandt, que en 1971 había logrado el Premio Nobel de la Paz, con un gran apoyo de los intelectuales. Grass, uno de ellos, afirmó que quizá se dirigía a la utopía con la velocidad de un caracol pero al menos en la dirección correcta. El SPD logró el 45% y el FDP el 8%. Con menos del 45% la CDU obtuvo su peor resultado en veinte años. Brandt había obtenido un gran éxito personal pero en el Congreso de su partido en abril de 1973 se presenció una fuerte radicalización que tuvo como resultado que acabara perdiendo el poder. En él se propuso y aceptó un plan a largo plazo que habría de suponer la socialización de todas las empresas. Brandt se enfrentó a estas tendencias radicales, pero la dirección del partido perdió a sus dirigentes centristas. A fines de 1973, Brandt daba, además, una marcada sensación de debilidad mientras que Schmidt parecía la estrella ascendente del PSD.

Wehner no dudó en criticar a Brandt fuera de Alemania por distante y poco activo. Para calmar la tempestad el SPD hizo pública una declaración política que parecía prometedora: "Sin el centro -aseguraba- no existe mayoría en democracia. Quien abandona el centro sacrifica la capacidad de gobernar. La determinación social-demócrata impone asegurarse el centro". Pero la dimisión de Brandt acabó por producirse con el asunto Guillaume, uno de los funcionarios de su Secretaría, acusado de ser espía por el Ministerio del Interior. Brandt dejó pasar un año después de haber sido advertido, sin tan siquiera ponerle dificultades para consultar la documentación secreta. Tal comportamiento irresponsable hizo que debiera abandonar el poder, confirmando las reticencias que había despertado en su propio partido.

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