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Datos principales


Desarrollo


Lunes, 10 de diciembre Ventó mucho el Nordeste, y hízole garrar las anclas medio cable, de que se maravilló el Almirante, y echólo a que las anclas estaban mucho a tierra y venía sobre ella el viento. Y visto que era contrarío para ir donde pretendía, envió seis hombres bien aderezados de armas a tierra, que fuesen dos o tres leguas dentro en la tierra para ver si pudieran haber lengua. Fueron y volvieron no habiendo hallado gente ni casas; hallaron, empero, unas cabañas y caminos muy anchos y lugares donde habían hecho lumbre muchos; vieron las mejores tierras del mundo y hallaron árboles de almáciga muchos, y trujeron de ella y dijeron que había mucha, salvo que no es agora el tiempo para cogerla, porque no cuaja. Martes, 11 de diciembre No partió por el viento, que todavía era Leste y Nordeste. Frontero de aquel puerto, como está dicho, está la isla de la Tortuga, y parece grande isla, y va la costa de ella cuasi como la Española, y puede haber de la una a la otra, a lo más diez leguas, conviene, a saber, desde el Cabo de Cinquin a la cabeza de la Tortuga; la cual está al Norte de la Española; después la costa de ella se corre al Sur. Dice que quería ver aquel entremedio destas dos islas, por ver la isla Española, que es la más hermosa cosa del mundo, y porque, según le decían que era isla muy grande y de muy grandes montañas y ríos y valles, y decían que la isla de Bohio era mayor que la Juana, a que llaman Cuba, y que no está cercada de agua, y parece dar a entender ser tierra firme, que es aquí detrás de esta Española, a que ellos llaman Caritaba, y que es cosa infinita, y cuasi traen razón que ellos sean trabajados de gente astuta, porque todas estas islas viven con gran miedo de los de Caniba, "y así torno a decir como otras veces dije, dice él, que Caniba no es otra cosa sino la gente del Gran Can, que debe ser aquí muy vecino; y tendrá navíos y vendrán a cautivarlos, y como no vuelven creen que se los han comido.

Cada día entendemos más a estos indios y ellos a nosotros, puestos que muchas veces hayan entendido uno Por otro", dice el Almirante. Envió gente a tierra. Hallaron mucha almáciga sin cuajarse; dice que las aguas lo deben hacer, y que en Xío la cogen por marzo, y que en enero la cogerían en aquestas tierras, por ser tan templadas. Pescaron muchos pescados como los de Castilla: albures, salmones, pijotas, gallos, pámpanos, lisas, corbinas, camarones, y vieron sardinas. Hallaron mucho lignáloe. Miércoles, 12 de diciembre No partió aqueste día por la misma causa del viento contrario dicha. Puso una gran cruz a la entrada del puerto de la parte del Oueste en un alto muy vistoso, "en señal, dice él, que Vuestras Altezas tienen la tierra por suya, y principalmente por señal de Jesucristo Nuestro Señor y honra de la Cristiandad"; la cual puesta, tres marineros metiéronse por el monte a ver los árboles y hierbas; y oyeron un gran golpe de gente, todos desnudos como los de atrás, a los cuales llamaron e fueron tras ellos, pero dieron los indios a huir. Y, finalmente, tomaron una mujer, que no pudieron más, "porque yo, él dice, les había mandado que tomasen algunos para honrallos y hacelles perder el miedo y se hobiese alguna cosa de provecho, como no parecer poder ser otra cosa, según la hermosura de la tierra; y así trujeron la mujer, muy moza y hermosa, a la nao, y habló con aquellos indios, porque todos tenían una lengua".

Hízola el Almirante vestir y dióle cuentas de vidrio y cascabeles y sortijas de latón, y tornóla enviar a tierra muy honradamente según su costumbre, y envió algunas personas de la nao con ella, y tres de los indios que llevaba consigo, porque hablasen con aquella gente. Los marineros que iban en la barca, cuando la llevaban a tierra, dijeron al Almirante que ya no quisiera salir de la nao, sino quedarse con las otras mujeres indias que había hecho tomar en el puerto de Mares de la isla Juana de Cuba. Todos estos indios que venían con aquella india dice que venían en una canoa, que es su carabela en que navegan de alguna parte, y cuando asomaron a la entrada del puerto y vieron los navíos, volviéronse atrás y dejaron la canoa por allí en algún lugar y fuéronse camino de su población. Ella mostraba el paraje de la población. Traía esta mujer un pedacito de oro en la nariz, que era señal que había en aquella isla oro. Jueves, 13 de diciembre Volviéronse los tres hombres que había enviado el Almirante con la mujer a tres horas de la noche, y no fueron con ella hasta la población, porque les pareció lejos, o porque tuvieron miedo. Dijeron que otro día vendrían mucha gente a los navíos, porque ya debían de estar asegurados por las nuevas que daría la mujer. El Almirante, con deseo de saber si habían alguna cosa de provecho en aquella tierra y por haber alguna lengua con aquella gente, por ser la tierra tan hermosa y fértil, y tomasen gana de servir a los Reyes, determinó de tornar a enviar a la población, confiando en las nuevas que la india habría dado de los cristianos ser buena gente, para lo cual escogió nueve hombres bien aderezados de armas y aptos para semejante negocio, con los cuales fue un indio de los que traía.

Estos fueron a la población que estaba a cuatro leguas y media al Sueste, la cual hallaron en un grandísimo valle, y vacía, porque como sintieron ir los cristianos todos huyeron dejando cuanto tenían la tierra dentro. La población era de mil casas y de más de tres mil hombres. El indio que llevaban los cristianos corrió tras ellos dando voces, diciendo que no hubiesen miedo, que los cristianos no eran de Caniba, mas antes eran del cielo, y que daban muchas cosas hermosas a todos los que hallaban. Tanto les imprimió lo que decía, que se aseguraron y vinieron juntos de ellos más de dos mil, y todos venían a los cristianos y les ponían las manos sobre la cabeza, que era señal de gran reverencia y amistad, los cuales estaban todos temblando hasta que mucho los aseguraron. Dijeron los cristianos que, después que ya estaban sin temor, iban todos a sus casas y cada uno les traía de lo que tenía de comer, que es pan de niamas, que son unas raíces como rábanos grandes que nacen, que siembran y nacen y plantan en todas estas tierras, y es su vida, y hacen de ellas pan y cuecen y asan y tienen sabor propio de castañas, y no hay quien no crea, que no sean castañas. Dábanles pan y pescados y de lo que tenían. Y porque los indios que traía en el navío tenían entendido que el Almirante deseaba tener algún papagayo, parece que aquel indio que iba con los cristianos díjoles algo de esto, y así les trujeron papagayos y les daban cuanto les pedían, sin querer nada por ello.

Rogábanles que no se viniesen aquella noche y que les darían cras muchas cosas que tenían en la sierra. Al tiempo que toda aquella gente estaba junta con los cristianos, vieron venir una gran batalla o multitud de gente con el marido de la mujer que había el Almirante honrado y enviado, la cual traían caballera sobre sus hombros y venían a dar gracias a los cristianos por la honra que el Almirante le había hecho y dádivas que le había dado. Dijeron los cristianos al Almirante que era toda gente más hermosa y de mejor condición que ninguna otra de las que habían hasta allí hallado; pero dice el Almirante que no sabe cómo puedan ser de mejor condición que las otras, dando a entender que todas las que habían en las otras islas hallado eran de muy buena condición. Cuanto a la hermosura, decían los cristianos que no había comparación, así en los hombres como en las mujeres, y que son blancos más que los otros, y que entre los otros vieron dos mujeres mozas tan blancas como podían ser en España. Dijeron también de la hermosura de las tierras que vieron, que ninguna comparación tienen las de Castilla, las mejores en hermosura y en bondad, y el Almirante así lo veía por las que ha visto y por las que tenía presentes, y decíanle que las que veía ninguna comparación tenían con aquellas de aquel valle, ni la campiña de Córdoba llegaba a aquella con tanta diferencia como tiene el día de la noche. Decían que todas aquellas tierras estaban labradas y que por medio de aquel valle pasaba un río muy ancho y grande que podía regar todas las tierras.

Estaban todos los árboles verdes y llenos de fruta, y las hierbas todas floridas y muy altas; los caminos muy anchos y buenos; los aires eran como en abril en Castilla; cantaba el ruiseñor y otros pajaritos como en el dicho mes en España, que dicen que era la mayor dulzura del mundo; las noches cantaban algunos pajaritos suavemente; los grillos y ranas se oían muchas; los pescados, como en España. Vieron muchos almácigos y lignáloe y algodonales; oro no hallaron, y no es maravilla en tan poco tiempo no se halle. Tomó aquí el Almirante experiencia de qué horas era el día y la noche, y del sol a sol halló que pasaron veinte ampolletas, que son de a media hora, aunque dice que allí puede haber defecto, porque o no la vuelven tan presto o deja de pasar algo. Dice también que halló por el cuadrante que estaba de la línea equinocial 34 grados. Viernes, 14 de diciembre Salió de aquel puerto de la Concepción con terral, y luego desde a poco calmó, y así lo experimentó cada día de los que por allí estuvo. Después vino viento Levante; navegó con él al Nornordeste; llegó a la isla de la Tortuga; vido una punta de ella que llamó la Punta Pierna, que estaba al Lesnordeste de la cabeza de la isla, y habría 12 millas; y de allí descubrió otra punta que llamó la Punta Lanzada, en la misma derrota del Nordeste, que habría diez y seis millas. Y así, desde la cabeza de la Tortuga hasta la Punta Aguda, habría cuarenta y cuatro millas, que son once leguas al Lesnordeste.

En aquel camino había algunos pedazos de playa grandes. Esta isla de la Tortuga es tierra muy alta, pero no montañosa, y es muy hermosa y muy poblada de gente como la de la Isla Española, y la tierra así toda labrada, que parecía ver la campiña de Córdoba. Visto que el viento le era contrario y no podía ir a la isla Baneque, acordó tornarse al Puerto de la Concepción, de donde había salido, y no pudo cobrar un río que está de la parte del Leste del dicho puerto dos leguas. Sábado, 15 de diciembre Salió del puerto de la Concepción otra vez para su camino, pero en saliendo del puerto, ventó Leste recio su contrario, y tomó la vuelta de la Tortuga hasta ella; y de allí dio vuelta para ver aquel río que ayer quisiera ver y tomar y no pudo, y de esta vuelta tampoco lo pudo tomar, aunque surgió media legua de sotaviento en una playa, buen surgidero y limpio. Amarrados sus navíos, fue con las barcas a ver el río, y entró por un brazo de mar que está antes de media legua, y no era la boca. Volvió y halló la boca que no tenían aún una braza, y venía muy recio; entró con las barcas por él, para llegar a las poblaciones que los que antier había enviado habían visto, y mandó echar la sirga en tierra; y tirando los marineros de ella, subieron las barcas dos tiros de lombarda, y no pudo andar más por la reciura de la corriente del río. Vido algunas casas y el valle grande donde están las poblaciones, y dijo que otra cosa más hermosa no había visto, por medio del cual valle viene aquel río.

Vido también gente a la entrada del río, mas todos dieron a huir. Dice más, que aquella gente debe ser muy cazada, pues viven con tanto temor, porque en llegando que llegan a cualquiera parte, luego hacen ahumadas de las atalayas por toda la tierra, y esto mas en esta isla Española y en la Tortuga, que también es grande isla, que en las otras que atrás dejaba. Puso nombre al valle Valle del Paraíso, y al río Guadalquivir, porque diz que así viene tan grande como Guadalquivir por Córdoba, y a las veras o riberas de él, playa de piedras muy hermosas y todo andable. Domingo, 16 de diciembre A la media noche, con el ventezuelo de tierra, dio las velas por salir de aquel golfo, y vinieron del bordo de la isla Española yendo a la bolina, porque luego a hora de tercia ventó Leste, a medio golfo halló una canoa con un indio solo en ella, de que se maravillaba el Almirante cómo se podía tener sobre el agua siendo el viento grande. Hízolo meter en la nao a él y a su canoa, y halagado, dióle cuentas de vidrio, cascabeles y sortijas de latón, y llevóle en la nao hasta tierra a una población que estaba a diez y seis millas junto a la mar, donde surgió el Almirante y halló buen surgidero en la playa junto a la población, que parecía ser de nuevo hecha, porque todas las casas eran nuevas. El indio fuese luego con su canoa a tierra y da nuevas del Almirante y de los cristianos ser gente buena, puesto que ya las tenían por lo pasado de las otras donde habían ido los seis cristianos; y luego vinieron más de quinientos hombres, y desde a poco vino el rey de ellos, todos en la playa junto a los navíos, porque estaban surgidos muy cerca de tierra.

Luego uno a uno y muchos a muchos venían a la nao sin traer consigo cosa alguna, puesto que algunos traían algunos granos de oro finísimo a las orejas o en la nariz, el cual luego daban de buena gana. Mandó hacer honra a todos el Almirante, y dice él, "porque son la mejor gente del mundo y más mansa; y sobre todo, dice él, que tengo mucha esperanza en Nuestro Señor que Vuestras Altezas los harán todos cristianos, y serán todos suyos, que por suyos los tengo". Vido también que el dicho rey estaba en la playa, y que todos le hacían acatamiento. Envióle un presente el Almirante, el cual diz que recibió con mucho estado, y que será mozo de hasta veintiún años, y que tenía un ayo viejo y otros consejeros que le aconsejaban y respondían, y que él hablaba muy pocas palabras. Uno de los indios que traía el Almirante habló con él, y le dijo que cómo venían los cristianos del Cielo, y que andaba en busca de oro y que quería ir a la isla de Baneque, y él respondió que bien era, y que en la dicha Isla había mucho oro; el cual mostró al alguacil del Almirante, que le llevó el presente, el camino que habían de llevar, y que en dos días iría de allí a ella, y que si de su tierra habían menester algo lo daría de muy buena voluntad. Este rey y todos los otros andaban desnudos como sus madres los parieron, y así las mujeres sin algún empacho, y son los más hermosos hombres y mujeres que hasta allí hubieron hallado: harto blancos, que si vestidos anduviesen y se guardasen del sol y del aire, serían cuasi tan blancos como en España, porque esta tierra es harto fría y la mejor que lengua pueda decir.

Es muy alta, y sobre el mayor monte podrían arar bueyes, y hecha toda a campiñas y valles. En toda Castilla no hay tierra que se pueda comparar a ella en hermosura y bondad. Toda esta isla y la de la Tortuga son todas labradas como la campiña de Córdoba. Tienen sembrado en ellas ajes, que son unos ramillos que plantan, y al pie de ellos nacen unas raíces como zanahorias, que sirven por pan, y rallan y amasan y hacen pan de ellas, y después tornan a plantar el mismo ramillo en otra parte y tornan a dar cuatro y cinco de aquellas raíces que son muy sabrosas: propio gusto de castañas. Aquí hay las más gordas y buenas que había visto en ninguna tierra porque también diz que de aquellas había en Guinea; las de aquel lugar eran tan gordas como la pierna, y aquella gente todos diz que eran gordos y valientes y no flacos, como los otros que antes había hallado, y de muy dulce conversación, sin secta. Y los árboles de allí diz que eran tan viciosos que las hojas dejaban de ser verdes y eran prietas de verduras. Era cosa de maravilla ver aquellos valles y los ríos y buenas aguas y las tierras para pan, para ganado de toda suerte, de que ellos no tienen alguna, para huertas y para todas las cosas del mundo que el hombre sepa pedir. Después a la tarde vino el rey a la nao. El Almirante le hizo la honra que debía y le hizo decir cómo era de los Reyes de Castilla, los cuales eran los mayores príncipes del mundo. Mas ni los indios que el Almirante traía, que eran los intérpretes, creían nada, ni el rey tampoco, sino creían que venían del cielo, y que los reinos de los Reyes de Castilla eran en el cielo y no en este mundo.

Pusiéronle de comer al rey de las cosas de Castilla y él comía un bocado y después dábalo a sus consejeros y al ayo y a los demás que metió consigo. "Crean Vuestras Altezas que estas tierras son en tanta cantidad buenas y fértiles y en especial estas de esta isla Española, que no hay persona que lo sepa decir, y nadie lo puede creer sino lo viese. Y crean que esta isla y todas las otras son así suyas como Castilla, que aquí no falta salvo asiento y mandarles hacer lo que quisieren, porque yo con esta gente que traigo, que no son muchos, correría todas estas islas sin afrenta, que ya he visto solos tres de estos marineros descender en tierra y haber multitud de estos indios y todos huir, sin que les quisieren hacer mal. Ellos no tienen armas, y son todos desnudos y de ningún ingenio en las armas y muy cobardes, que mil no aguardarán tres, y así son buenos para les mandar y les hacer trabajar y sembrar, y hacer todo lo otro que fuese menester, y que hagan villas y se enseñen a andar vestidos y a nuestras costumbres."

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