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Las insistentes demandas Aprovechó Bernal la estancia en México del licenciado Marcos de Aguilar que, por breve tiempo, se halló al frente del gobierno de la Nueva España tras la súbita muerte de Luis Ponce de León, que había llegado para proceder al juicio de residencia de Cortés. Propósito de Bernal y de otros era obtener del dicho Aguilar se les otorgaran mas indios en encomienda. El anciano licenciado y provisional gobernador era individuo pintoresco. Bernal refiere que teniendo en sí la gobernación Marcos de Aguilar, como tengo dicho, estaba muy hético tísico y doliente y malo de bubas; los médicos le mandaron que mamase a una mujer de Castilla, y con leche de cabras se sostuvo cerca de ocho meses... (CXCIV). Ante dicho caballero se presentaron Bernal y otros conquistadores, llevando como intercesores a los capitanes Andrés de Tapia y Gonzalo de Sandoval. Estos hicieron relación de los servicios y otros merecimientos de sus protegidos y le pidieron se les concedieran indios en encomienda cerca de la ciudad de México porque los de Guazacualco no eran de provecho. Como con gracia lo asienta Bernal, después de muchas palabras y ofertas que sobre ello nos dio el Marcos de Aguilar, con pro metimientos, dijo que no tenía poder para dar ni quitar indios... (CXCIII). Mejor suerte tuvo luego en sus gestiones ante el antiguo tesorero real Alonso de Estrada, convertido en gobernador de la Nueva España, tras la pronta muerte de Aguilar. Estrada le otorgó --sin que ello satisficiera a Bernal-- los pueblos de Gualpitan y Micapa (en Cimatlán) y Popopoloatan (en Cintla), hacia el rumbo de Coatzacoalcos, ya en Tabasco.

Al menos obtuvo también entonces el cargo de visitador y luego el de procurador síndico en la villa del Espíritu Santo, en donde a la postre fue también regidor. Del tiempo que allí pasó, jactóse Bernal en uno de los últimos capítulos que añadió a su Historia y se incluye sólo en el manuscrito que quedó en Guatemala. Refiere allí que, siendo regidor en dicha villa, quebró el hierro con que se marcaba a los indios que quedaban convertidos en esclavos. Asegura él que quiso terminar con injusticias y de ello dio parte al nuevo presidente de la Segunda Audiencia de México, el humanista y virtuoso varón don Sebastián Ramírez de Fuenleal, a quien además se atrevió a dar consejo: Le suplicamos, por vía de buen consejo que luego expresamente mandase que no se herrasen más esclavos en toda la Nueva España. Y vistas nuestras cartas, nos escribió que lo habíamos hecho como muy buenos servidores de su majestad, agradeciéndolo mucho, con ofertas de que nos ayudaría... (man. Guatemala, cap. CCXIII). Bernal, que se pinta aquí convertido en una especie de laico fray Bartolomé de las Casas --a quien más tarde conoció y del que solicitó favores y expresó también algunas duras críticas-- añade con esa vanidad tan divertida que el historiador Robertson (en el siglo XVIII) le reconoció: ... y luego mandó el oidor Ramírez de Fuenleal... que no herrasen más indios en toda la Nueva España, ni en Jalisco... ni Tabasco, ni Yucatán, ni en Guatemala (man.

Guatemala, cap. CCXIII). Premio a sus consejos, otorgado por el propio presidente de la Audiencia --con quien dice Bernal que solía platicar en México-- fue que se le nombrara visitador general para evitar se herrasen indios. Además --seguramente importunado un poco por las peticiones de Bernal-- dijo Ramírez de Fuenleal que haría sabedor de ello a su majestad para que nos hiciere mercedes (man. Guatemala, cap. CCXIII). En tanto que Bernal continuaba de encomendero y con sus cargos en Coatzacoalcos, reiteraba sus demandas pretendiendo ser recompensado según creía merecerlo. En extremo injusto le parecía, a él y a otros antiguos conquistadores, percatarse que mucho mayores beneficios y prebendas se otorgaban a otros recién venidos de España, funcionarios reales o simplemente emparentados con figuras prominentes de la administración real. Como lo veremos al tratar de la estructura y contenido de su Historia, en lo tocante ya al largo período posterior a la conquista, sobre el cual escribió asimismo con insistencia alude a sus demandas y otras gestiones, siempre para obtener mercedes. Menos abundantes fueron, en cambio, las noticias que recogió allí del lapso que abarca desde el primer viaje de Cortés a España (1528-1529) su retorno y nuevas empresas, hasta su salida definitiva de México en 1540. Dejando para nuestro análisis del contenido de la Historia los juicios que expresa Bernal sobre lo que en ese lapso realizó Cortés, volvemos ahora la atención a lo que hizo el futuro cronista para salir mejor librado en sus pretensiones.

Por vez primera se propuso --no ya sólo aludir a sus hechos personales como conquistador-- sino exhibirlos adecuadamente por escrito. Concibió entonces la idea --como lo harían otros muchos antiguos conquistadores-- de disponer de una probanza de méritos y servicios. De algún modo puede decirse que tal primera recordación puntual de lo que eran sus proezas fue un germen de lo que más tarde acometería en extenso. Con ello no quiero excluir ya desde este momento que no pudieran haber contado otros motivos en su ulterior propósito de escribir su Historia verdadera. Bien merecería --en un estudio más amplio acerca de Bernal-- ocuparse, punto por punto, de su probanza de méritos y servicios, promovida en la ciudad de México, el 7 de septiembre de 1539. Aquí sólo comentaré que en ella adujo como testigos a cinco personas, amigos o conocidos suyos, entre ellos al capitán Luis Marín, con quien había servido en Chiapas. Como alcalde ordinario de la ciudad presidió los interrogatorios don Juan Jaramillo, que estaba casado ya nada menos que con la célebre Malinche. Era él antiguo conquistador, del cual Bernal escribiría más tarde en su Historia que actuó como capitán que fue de un bergantín cuando estábamos sobre México; fue persona prominente... (CCV). El mismo Bernal había preparado el interrogatorio, según en general lo hacían quienes promovían este género de probanzas. Las preguntas que incluyó eran veintiuna. La primera y la última eran de rigor sobre si los testigos conocen y cuándo a Bernal, y si saben que lo ocurrido es pública voz y fama.

Dos más se refieren a la primera expedición con Hernández de Córdoba (nada sobre la de Grijalva); cuatro a lo realizado con Cortés hasta la muerte de Cuauhtémoc en el viaje a las Hibueras; dos a los trabajos que llevó a cabo en la pacificación y poblamiento de Coatzacoalcos, Tabasco y Chiapas; cinco a las encomiendas que ha recibido y cómo se ha visto disminuido al privársele de una parte de ellas sin ser recompensado debidamente; dos más tocantes a Bernal si es persona honrada y de muy buena fama... Por demás está añadir que las respuestas de los testigos fueron en extremo favorables a quien promovía la probanza. Tenía Bernal la intención de viajar a España a luchar por los que consideraba sus derechos, armado precisamente con su probanza y con otros importantes documentos. Eran estos dos cartas, una del virrey Mendoza, suscrita el 28 de febrero de 1539, y otra de Hernán Cortés, de igual fecha. En ambas se expresa que ha servido en la conquista (con más detalles lo hace Cortés) y se señala no ha sido bien recompensado por lo que, de modo genérico, se piden mercedes en su favor. Veamos ahora si aprovecharon o no al interesado tales cartas y probanza en las gestiones que con ellas llevó a cabo en España.

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