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Desarrollo


La educación de un noble En este sentido, lo primero que debe pasarse por el tamiz de la crítica es la extendida afirmación de que el autor de Crónica mexicana estudió en el Imperial Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco. Dado que su nombre no aparece en la relación de alumnos notables de Fray Juan Bautista, ni figura entre los colegiales que ayudaron a Sahagún en su monumental investigación etnográfica, ni se menciona en la documentación oficial u oficiosa relacionada con Santa Cruz, la lógica invita a negar el indemostrado aserto. Pero hay otra razón de peso en contra del supuesto. Consignando su árbol genealógico en la Crónica mexicayotl, Tezozomoc indica que una de sus hermanas menores, llamada Isabel, se casó con Antonio Valeriano, un antiguo colegial de Tlatelolco, colaborador de Fray Bernardino de Sahagún y profesor de latín de alumnos indios y frailes jóvenes, entre ellos, Juan de Torquemada, futuro autor de una extensa obra intitulada Monarchía indiana. Para el aristocrático Don Hernando, Valeriano era un plebeyo cuyo único mérito consistía en saber hablar latín, y así lo expresó sin ambages en la Crónica mexicayotl al tratar de Isabel, séptima u octava hija, según su liada cronología, del matrimonio formado por Diego de Alvarado Huanitzin, gobernador indígena de la antigua Tenochtitlan, y Francisca de Moteczuma, hija del Tlatoani mexica28: La séptima de nombre D?. Isabel. A este preciado vástago la desposó Dn. Antonio Valeriano, que no era noble sino tan sólo un gran sabio, un "colegial", que sabía la palabra latina, natural de Atzcapotzalco29.

La contradictoria opinión de Tezozomoc sobre su cuñado --el párrafo conjuga el desprecio clasista del noble por las personas de status inferior con la encubierta admiración por los conocimientos del amo pilli Valeriano--no deja ningún resquicio para la duda. Si Don Hernando hubiera estudiado en Santa Cruz, no habría dejado pasar la oportunidad de señalarlo, revalorizando su prestigio al tiempo que desprestigiaba al atzcapotzalca. El hecho de que Alvarado Tezozomoc, descendiente directo de Motecuhzoma, no recibiese educación europea puede resultar sorprendente a primera vista, pero desde luego no tiene nada de misterioso. Posiblemente el futuro autor de Crónica mexicana superaba la edad reglamentaria y su solicitud de ingreso, si acaso se presentó, fue rechazada. Al menos, esta es la conclusión que se desprende de un análisis en profundidad del párrafo arriba citado. Todas las fechas que relacionan a Valeriano con Santa Cruz indican que el atzcapotzalca debió ser uno de los alumnos que inauguraron el colegio. Como el centro se abrió en 1536 y la edad de los educandos iba de los ocho a los doce años, la fecha de nacimiento del futuro yerno de Huanitzin puede situarse entre 1524 y 1528. Lo cual permite fijar el momento de su boda en el período que va de 1544 a 1548, cuando el joven y brillante egresado contaba veinte o veintipocos años y su linajuda novia unos quince. Si Isabel, nacida entre 1529 y 1533, ocupaba el séptimo puesto en la escala familiar y Hernando el quinto, la diferencia de edad entre ambos, teniendo en cuenta el período de lactancia de tres años, era de ocho, nueve o diez años.

Por lo tanto, el natalicio de Alvarado Tezozomoc debió tener lugar en el septenio 1519-1525. Descontando las datas inicial y final, bastante improbables en tanto en cuanto no dejan lugar para la más mínima variación30, es factible situar el evento en cualquier año situado en torno a 1523. Hay otra vía alternativa para corroborar la fecha de nacimiento. En el discurso que abre la Crónica mexicayotl, Don Hernando afirma textualmente que oyó, o mejor, aprendió, las narraciones que transcribe de su padre Don Diego de Alvarado Huanitzin, de Don Pedro Tlacahuepantzin, su tío, y de Don Diego de San Francisco Tehuetzquititzin, quienes, apostilla, bien rectamente sabían el preciado antiguo tratado. Como Tlacahuepantzin regresó de su primer viaje a Castilla en 1530 y emprendió un segundo en 154031, la reunión (o reuniones) mencionada puede fijarse en 1539, coincidiendo con la restauración de la dinastía en Huanitzin y la consecuente reavivación del problema sucesorio. Una ocasión, como se observa, muy propicia para saber el corazón del preciado legado antiguo, o, dicho con la prosaica mentalidad occidental, para fijar las genealogías y debatir los derechos de los diferentes candidatos. Difícilmente un tierno infante de meses, o cuanto más, en su primera infancia entendería algo de aquel galimatías, eso suponiendo que le dejasen asistir. Tampoco un joven de diecinueve o más años aprendería nada porque lo que allí se dijese tendría que saberlo desde los quince, edad en que los jóvenes nahuas comenzaban su educación formal.

En cambio, un quinceañero Tezozomoc encajaría a la perfección en la conferencia. Tras la resta de rigor, se obtiene 1524, fecha muy cercana a 1523. Parece claro, pues, que Don Hernando de Alvarado vio la luz entre 1523 y 1524, y que no pudo, aunque hubiera querido, aprender la latin tlatolli. Tezozomoc pertenecería, por lo tanto, a la primera generación de mexicanos alfabetizados --recuérdese que desde 1525 funcionaba en el convento seráfico de San Francisco de México una escuela a cargo de Fray Pedro de Gante, pariente del César Carlos--, y sus conocimientos se limitarían a la lectura, la escritura, el canto religioso y la doctrina. Lo cual --hay que señalarlo porque sólo resulta obvio una vez expuesto-- no implica en absoluto que fueran reducidos o deficitarios. De hecho, sus escritos demuestran que los asimiló mejor que la inmensa mayoría de los alumnos de los monasterios-escuelas, cuya capacidad de aprendizaje como colectivo era tan grande que admiró incluso al poco indianófilo Jerónimo López, uno de los más acreditados portavoces del partido de los encomenderos. Hablando de la educación primaria, dice en una de sus pintorescas cartas: Les quisieron los frailes seráficos mostrar leer y escribir; y por su habilidad, que es grande, y por lo que el demonio negociador pensaba negociar por allí, aprendieron tan bien las letras de escribir libros, puntar, é de letras de diversas formas que es maravilla verlos; y hay tantos é tan grandes escribanos, que no lo sé numerar, por donde por sus cartas se saben todas las cosas en la tierra de una á otra mar muy ligeramente, lo que de antes no podian hacer32.

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