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Datos principales


Desarrollo


CAPITULO XXXVI Sale de México para S. Blas, y se embarca para estas Misiones de Monterrey. Luego que el V. P. Junípero se vió con tan favorables providencias, y con tanto socorro (limosna del Exmô, Señor Virrey) no sólo para mantener y vestir a sus hijos Neófitos, sino también para aumentar el número de ellos, no veía las horas de ponerse en camino, sin reparar en su avanzada edad, ni en el habitual accidente del pie, que parece no se acordaba de él, pues no trató de ponerse en cura, con tan buena ocasión, sino de ponerse en camino, como lo hizo, por el mes de Septiembre de 1773 en compañía del P. Lector Fr. Pablo Mugartegui, de la Provincia de Cantabria, que le señaló el R. P. Guardián y Venerable Discretorio, alegrándose mucho de ello nuestro V. Siervo de Dios, así por tener Compañero en tan dilatado viaje, como porque con esto se añadía un Operario más en la Viña del Señor. Quiso despedirse de la Comunidad en Refectorio, suplicando al R. Padre Guardián le permitiese el besar los pies a todos los Religiosos, como lo hizo, y pidióle la bendición, y a todos que le perdonasen el mal ejemplo que les hubiese dado, y que lo encomendasen a Dios, porque ya no le verían más. Enterneció a todos de tal suerte, que les hizo saltar copiosas lágrimas, quedando edificados desde luego de su grande humildad y fervor para emprender un viaje tan dilatado, estando en una edad tan crecida, y con la salud tan quebrantada, que casi no se podía tener en pie; recelándose todos no muriese en el campo.

Pero poniendo el fervoroso Padre toda la confianza en Dios, emprendió su viaje de doscientas leguas por tierra, y llegaron sin novedad a Tepic, donde hubieron de demorarse hasta Enero del siguiente año, por no estar cargado los Barcos en disposición de salir, pues los estaban cargando. Encargó luego el V. Fr. Junípero pusiesen en la nueva Fragata que iba para Monterrey los avíos pertenecientes a las Misiones del Norte, y en el Paquebot S. Antonio, que salía para San Diego, todo lo que correspondía a las otras, y que la grande limosna de S. Excâ. se repartiese en ambas Embarcaciones. Dispúsose la salida, y se embarcó con el Religioso que lo acompañaba el día 24 de Enero de 1774 en la nueva Fragata nombrada Santiago la nueva Galicia. Al ir a embarcarse el V. Padre no faltó quien le dijera: "Padre Presidente, ya se cumplió la Profecía que V. R. nos echó cuando vino de Monterrey, diciéndonos que cuanto antes acabásemos esta Fragata, pues se había de volver en ella a aquel Puerto: entonces nos reíamos, porque no se pensaba sino en quemarla para aprovechar el hierro, supuesto se iba a despoblar el Puerto; pero vemos ahora verificado su vaticinio, y que se va en la Fragata. Dios lleve a V. R. con bien, y le dé feliz viaje." Sonrióse el Siervo de Dios con su religiosa modestia, y procuró desvanecerle el pensamiento diciéndole: "Los grandes deseos que tenía de ver un grande Barco, que pudiese llevar mucho que comer para aquellos Pobres, me hicieron pronunciar lo que dije; pero supuesto que ya Dios me los ha cumplido, démosle muchas gracias; y yo se las doy también a Vm.

y a los demás que han trabajado con tanto afán en beneficio de los pobrecitos de Monterrey." Hízose a la vela la Fragata el citado día 24 de Enero; y aunque la navegación era en derechura para Monterrey, un casual accidente los hizo arribar al Puerto de San Diego el día 13 de Marzo, que dio fondo en dicho Puerto, habiendo sido la navegación de cuarenta y nueve días y con toda felicidad. Aunque el V. Padre deseaba vivamente llegar cuanto antes a su Misión de San Carlos, no dejó de alegrarse de haber arribado a San Diego, por socorrer prontamente la de aquel Puerto, y la de San Gabriel, que se hallaban, corno todas las demás, en gravísima necesidad; la que habiendo cesado desde el mismo día que llegó el Barco, no se ha vuelto a experimentar más, gracias a Dios. Dejo a la consideración del atento Lector el júbilo y contento que tendría el V. Padre al ver a sus súbditos con salud y alegría en medio de tantos trabajos y necesidades que habían padecido; y se le aumentó el gozo cuando vió tan crecido el número de Neófitos, a quienes regaló como a hijos, expresándoles ellos el afecto que le profesaban; y mucho más los Padres admirándose de verlo más robusto y remozando que cuando se fue. No obstante de que con más comodidad podía subir a Monterrey por mar con la misma Fragata, eligió caminar las ciento y setenta leguas por tierra poblada de Gentiles, sólo por dar un estrecho abrazo a todos sus súbditos, y visitar las Misiones en que estaban repartidos, y darles asimismo las gracias de que no las hubiesen desamparado, sino antes bien permanecido constantes en medio de tantas escaseces, que por tan largo tiempo los habían afligido; pero con el gusto que el V.

P. tuvo en cada Misión al ver aumentado el número de Cristianos, se le hizo muy ligero el viaje. Tuvo también el gozo de encontrarse en el camino con el Capitán de la Sonora Don Juan Bautista de Anza, que bajaba de Monterrey en cumplimiento del encargo del Exmô. Señor Virrey de abrir camino desde Sonora a Monterrey, que ya queda expresado en el Capítulo antecedente, y le comunicó a S. R. como había cumplido el encargo de S. Excâ. quedando descubierto el paso para la comunicación con las Provincias de Sonora, causándole mucha alegría; aunque al referirle las necesidades con que nos había hallado en el citado Monterrey, pues ni aún siquiera una tablilla de chocolate para que se desayunase habíamos tenido que regalarle, reduciéndose todo el alimento a sola leche, y hierbas, sin pan ni otra ninguna cosa, se le saltaron las lagrimas, y procuró apresurar el paso para llegar cuanto antes con algún socorro, ínterin llegaba la Fragata que había salido de San Diego el día 6 de Abril, al mismo tiempo que el V. Padre, la cual arribó a Monterrey el 9 de Mayo, y S. R. el día 11 del mismo, con cuyo motivo fue general la alegría y contento de todos por el socorro tan grande y favorables providencias que trajo para esta espiritual Conquista; quedando de una vez desterrada la cruelísima hambre que se padecía en estas Poblaciones; y teniendo ya entre nosotros a nuestro V. Prelado, que con su ejemplo, y fervor, nos encendía y animaba para trabajar con gusto en esta Viña del Señor.

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