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Capítulo XXX De otros ritos y ceremonias que usaban los indios No creo ha habido nación en el mundo de mayores agüeros, abusiones, ritos y ceremonias que estos indios, porque en todas las cosas que trataban, las tenían y para cualquier fin. Al tiempo de adorar las huacas, comúnmente inclinaban la cabeza, alzaban las manos y hablaban con ellas, significándoles sus necesidades y pidiéndoles lo que querían. Es cosa ordinaria entre ellos, cuando pasan los ríos o arroyos o lagunas, beber dellos por modo de salutación, adorándolos y pidiéndoles que los dejen pasar en salvo y no los lleven, y a las fuentes y manantiales lo mismo, para que no los dañen, y a los lagos y pozos hondos por el mismo fin, todo con superstición. Los indios de la sierra, cuando van de camino, tienen de costumbre echar en el camino o encrucijadas, en los cerros o en los montones de piedras, dichos apachitas, en las peñas y cuevas o en sepulturas antiguas, ojotas, plumas, coca mascada o maíz mascado, pidiéndoles los dejen pasar en salvo, y les den fuerzas para pasar su camino y descanso en él. También usan tirarse las cejas y pestañas, y ofrecerlas al Sol, a los cerros o a las apachitas, al viento, cuando hay torbellinos o tempestades, a los rayos o truenos, a las peñas, cuevas, quebradas, angosturas en veneración, pidiéndoles los dejen volver en paz. Cuando usaban ir lejos de sus tierras a algunos negocios, se encomendaban a sus huacas, y pedían a los hechiceros lo hiciesen ellos, y les dijesen los buenos o malos sucesos que habían de tener en el camino y en la vuelta, y si volverían con salud o morirían allá, y para este efecto bebían, haciendo sus ceremonias y ritos, y lo mismo acostumbraban las mujeres e hijos, padres y madres, hermanos y deudos de éstos, cuando estaban ausentes por ellos; y cuando llegaban al lugar, ofrecían sacrificios a la huaca dél o al cerro que estaba cerca, bebiendo y holgándose.

Los indios de los llanos que reverenciaban y adoraban la mar, para que estuviese siempre mansa y no se embraveciese contra ellos, y les diese mucha abundancia de pescado, y con esto le echaban harina de maíz blanco y almagre y otras cosas. La Cordillera Nevada era reverenciada u otra cualquier sierra, que estuviese de ordinario con nieve como a cosa temerosa, y en las chácaras ponían en algunas partes una piedra muy grande, para guarda della y para invocarla y llamarla. Para purificarse de sus pecados y males pasados, se lavaban en los ríos y fuentes, y la chicha que habían de beber, con los dedos asperjaban y rociaban hacia el sol o la luna y estrellas, o hacia la tierra, cuando era el año estéril por falta de lluvias o por abundancia deltas o por hielo o granizo, y finalmente, cuando había falta de temporales, pedían ayuda a las huacas, al sol y luna y a los ídolos, llorando y gritando, ofrecían sacrificios de sebo y coca, y mataban animales y aun criaturas, como va dicho, y aun se confesaban con hechiceros para este fin, ayunando, y mandaban a sus mujeres hijos y criados que ayunasen y llorasen, e hiciesen lo mismo que ellos. En algunas partes, especiales en los Andes, usaban sacrificar a las huacas, truenos o cerros y rayos, algún hombre o criatura, matándolo y derramando la sangre, para aplacar con este sacrificio. Todas estas cosas han cesado va por la misericordia de Dios, y el demonio, a quien se hacía el sacrificio, no goza destas crueldades.

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