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Capítulo XVII De la gran ciudad de San Francisco de Quito y de su nombre La ciudad de Quito no se sabe cosa cierta de su fundación, cuándo empezó o quién le dio orden y principio, porque los indios no lo refieren ni tienen memoria della. Es de lindísimo temple y la tierra apacible, abundante y fértil de todos los mantenimientos propios de ella, y de los que de España se han traído, y son tantas las crías y multiplicos, que hay en sus provincias, de ganados vacuno y ovejuno, puercos, caballos y mulas, que es imposible poderse contar, lo cual todo es indicio de la grosedad y hartura de la tierra, donde nadie pasa hambre ni la tiene. Pasa la línea equinocial por medio de ella, y es sitio saludable y sin enfermedades. El nombre de Quito refieren los indios antiguos, que le resultó por unos grandes cordeles, que el famoso Huaina Capac hizo en ella de oro y plata, poniendo en ellos diversas leyes y estatutos, que se habían de guardar en ella y en las provincias comarcanas, y esto se llama, en su lengua, quipu, y los españoles, corrompiendo el bocablo, llamáronla Quito. Fundóla Lorenzo de Aldana, teniente general que fue del Marqués Pizarro, de Benalcázar. Es hoy una de las mejores ciudades del Reino, más barata y. abundante y de más gente española, que se entiende que, si no es la Ciudad de los Reyes y Potosí, no hay otra que se le iguale en indios. Son innumerables los que en ella residen y viven en sus parroquias, y en las provincias alrededor que le son sujetas, tanto que en esto exceden a cuantas provincias hay de indios en el Perú, y la causa es la fertilidad y cantidad de mantenimientos que se dan por ellas, y también que, como estas provincias son libres de las obligaciones de minas y de ir a labrar a ellas, como van las demás de arriba: Potosí, Choclococha, Villcabamba, y Huancavélica.

No salen los indios de sus pueblos y casas, sino sólo atienden a la labranza de la tierra y a las crías de sus ganados, multiplican en gran manera, lo cual no hay en las demás provincias que, yendo a la labor de las minas, como van, de ciento y cincuenta y más leguas, muchos mueren, y otros se quedan y no vuelven jamás a sus pueblos, y así se van disminuyendo cada día a más andar. Es la ciudad más fuerte del Reino, por estar en un sitio inaccesible, y que, con muy poco número de gente, se podía defender de grandes ejércitos, que sobre ella viniesen, a causa de los malos pasos, agrios y dificultosos que hay en su entrada, donde pocos pueden prevalecer contra muchos. Ha sido combatida y fatigada de temblores de tierra, precedidos de unos volcanes que están cerca de la ciudad, y ha muchos años que, reventando uno, llovió algunos días ceniza en el pueblo. Fueron los temblores muy continuos, de forma que se temió de aquella vez quedara asolada. Últimamente ha reventado otro, con que los temblores no son tan ordinarios ni tan recios; y así está la ciudad algo asegurada y con menor miedo que antes. Reside en ella una chancillería Real, con su Presidente y cuatro oidores y un fiscal, como tenemos dicho, y en las causas criminales hacen oficio de alcaldes de corte; y está sujeta a ella la gobernación de Popayán, de donde recurren en grado de apelación en los negocios civiles y criminales. Es silla episcopal, con sus dignidades y canónigos proveídos por el Rey vuestro Señor.

Tiene de renta doce mil ducados y, aunque es menor que la de otros obispados del Reino, considerando ser la tierra barata y tan superabundante de todos los géneros de mantenimientos, son de mucha consideración, y así, después del Arzobispado de los Reyes y Charcas y obispado del Cuzco, entra luego el de Quito en estimación, renta y autoridad. Ha habido en él singularísimos prelados en letras, santidad y doctrina, y uno de ellos, que fue don Fray Luis López de Solís, agustino, catedrático de vísperas de la Universidad de los Reyes, varón de grandísima rectitud y prudencia, acabado de poner el obispado en suma orden, concierto y justicia, visitándole por su persona muchas veces, y confirmando más de doscientas mil almas y habiendo reformado abusos. Hay en esta ciudad conventos de las órdenes mendicantes, de Nuestra Señora de la Merced, donde está una imagen que hace muchos milagros; de la Compañía de Jesús, de maravillosos edificios, y en ellos muchos religiosos, y se lee Gramática, Artes y Teología Moral con mucho aprovechamiento. Los criollos, que son de escogidos entendimientos, se dan a las Letras, y suben a la Universidad de los Reyes a proseguir sus estudios, y es cierto muy digno de agradecimiento, que vayan trescientas leguas, guiados del amor de la virtud y ciencias. Residen aquí mucho caballeros encomenderos muy ricos y hacendados en estancias, chácaras y crías de ganado. Hácense en los obrajes de su distrito sayales, cordellates, frazados y paños más finos y delgados y de más valor que los que se traen de la Nueva España, y aun rajas de colores.

Esto es causa de que entre mucho dinero en aquella ciudad, en la cual corre oro, por sacarse en los minerales deste metal en las provincias sujetas a ella, especial en las riquísimas minas de Saruma. Vino no le tiene, y así le entra de acarreto, y lo traen de la Ciudad de los Reyes en navíos hasta Guayaquil, y de allí, por aquel famoso río que cría en sus riberas la zarzaparrila, remedio tan celebrado y famoso contra los que trabajan con el morbo gallico, se sube en barcas y canoas hasta el dc embarcadero, que está cuarenta leguas de Quito, y de allí, en recuas, se lleva a la ciudad y se divide por todo su distrito. Los años pasados, gobernando este Reino el Marqués de Cañete, Don García Hurtado de Mendoza, y siendo Presidente de aquella Audiencia el doctor Barros de Sanmillán, sobre el recibir las alcabalas que la Majestad real del Rey, don Felipe el segundo, movido de las muchas necesidades y gastos que en las guerras de Flandes y contra herejes y turcos tenía, mandó se le pagasen de ciento dos, hubo grandes revueltas y alborotos, no queriendo dejar entrar en la ciudad a Pedro de Arana, general que había enviado el Virrey desde Lima, los cuales fomentaron algunos hombres sediciosos y enemigos de quietud; pero no porque el Cabildo y la ciudad intentasen cosa alguna contra el servicio ni fidelidad debida a su Rey y señor natural, sino sólo instando en que se les admitiese la suplicación que interponían para la persona real, hasta que, sintiendo que con esto se les ponía alguna duda en la sinceridad de sus ánimos y obediencia a su Rey, le dejaron entrar a Pedro de Arana, y que hiciese justicia de los que en este caso se habían querido extender con las lenguas, puesto que siempre, como tengo dicho, protestaron y tuvieron, en público y secreto, la fidelidad, que a su Rey estaban obligados, en el Cabildo y en el común de la ciudad como vasallos leales. Así se concluyeron las revueltas y se asentaron las alcabalas como debidas a Su Majestad, para que lleve el peso de tanta carga, y acuda a los gastos tan excesivos que tiene tomados en sí por la extirpación de las herejías, y confundir el nombre infame de Mahoma. El año que se fundó la ciudad de Quito el mesmo Lorenzo de Aldana pobló la Villa de Pasto, en el Valle de Atres, por ser fertilísimo y cómodo, y está cuarenta leguas de Popayán, más hacia Quito, y es el primer pueblo de españoles, que casi empieza de donde dicen el Perú, porque las conquistas de los Yngas pasaron poco más hasta Tulcan.

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