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Desarrollo


Capítulo VII Edificios de Yucatán Si Yucatán hubiere de cobrar nombre y reputación con muchedumbre, grandeza y hermosura de edificios, como lo han alcanzado otras partes de las Indias, con oro, plata y riquezas, ella hubiera extendídose tanto como el Perú y la Nueva España, porque es así en esto de edificios y muchedumbre de ellos, la más señalada cosa de cuantas hasta hoy en las Indias se han descubierto, porque son tantos y tantas las partes donde los hay y tan bien edificados de cantería, a su modo, que espanta, y porque esta tierra no es tal al presente, aunque es buena tierra, como parece haber sido en el tiempo próspero en que en ella tanto y tan señalado edificio se labró, con no haber en ella ningún género de metal con que labrarlos; pondré aquí las razones que he visto dar a los que dichos edificios han mirado. Las cuales son que estas gentes debieron estar sujetas a algunos señores amigos de ocuparlos mucho y que los ocuparon en esto, y que como ellos han sido tan buenos honradores de los ídolos, se señalaban de comunidad hacerles templos; y por algunas causas, se mudaban las poblaciones y así donde poblaban edificaban siempre de nuevo sus templos, santuarios y casas a su usanza para los señores, que ellos siempre las han usado de madera cubierta de paja; o que el grande aparejo que hay de piedra, cal y cierta tierra blanca excelente para edificios, les ha llevado a hacer tantos, que si no es a quienes los han visto, parecerá burla hablar de ellos; o la tierra tiene algún secreto que si hasta ahora no se le ha alcanzado ni a la gente natural de ella, en estos tiempos tampoco ha alcanzado.

Porque decir los hayan edificado otras naciones sujetando a los indios, no es así, por las señales que hay de haber sido edificados por gente indiana y desnuda, como se ve en uno de los muchos y muy grandes edificios que allí hay, en las paredes de los bastiones, en las cuales aún duran señales de hombres en carnes y honestados de unos largos listones que llaman Ex en su lengua, y de otras divisas que los indios de estos tiempos traían, todo hecho de argamasa muy fuerte. Y morando yo allí se halló en un edificio que desbaratamos un cántaro grande con tres asas y pintado por fuera de unos fuegos plateados, dentro del cual estaban las cenizas de un cuerpo quemado y entre ellas hallamos tres cuentas buenas de piedra, del arte de las que los indios ahora tienen por moneda, todo lo cual muestra haber sido indios. Bien sea, que si lo fueron, era gente de más ser que los de ahora y muy de mayores cuerpos y fuerzas, y aún se ve esto más aquí en Izamal que en otra parte, en los bultos de media talla que digo están hoy día de argamasa en los bastiones, que son de hombres crecidos; y los extremos de los brazos y piernas del hombre cuyas eran las cenizas del cántaro que hallamos en el edificio, que estaban a maravilla por quemar y muy gruesos. Se ve también en las escaleras de los edificios, que son más de dos buenos palmos de alto, y esto aquí sólo en Izamal y en Mérida. Aquí va imagen pág.151 Hay aquí en Izamal un edificio entre los otros, de tanta altura y hermosura que espanta, el cual se verá en esta figura y en esta razón de ella: Tiene 20 gradas de a más de dos buenos palmos de alto y ancho cada una, y tendrán más de cien pies de largo.

Son estas gradas de muy grandes piedras labradas, aunque con el mucho tiempo y estar expuestas al agua, están ya feas y maltratadas. Tiene después labrado en torno, como señala la raya redonda, una muy fuerte pared de cantería en la cual, como a estado y medio de alto, sale una ceja de hermosas piedras, todo a la redonda, y desde ellas se torna después a seguir la obra hasta igualar con la altura de la plaza que se hace después de la primera escalera. Después de la cual plaza, se hace otra escalera como la primera, aunque no tan larga ni de tantos escalones, siguiendo siempre a la redonda la obra de la pared. Encima de estos escalones se hace otra buena placeta y en ella, algo pegado a la pared, está hecho un cerro bien alto con su escalera al mediodía, donde caen las escaleras grandes, y encima está una hermosa capilla de cantería bien labrada. Yo subí a lo alto de esta capilla y, como Yucatán es tierra llana, se ve desde ella a maravilla tanta tierra cuanto la vista puede alcanzar, y se ve la mar. Estos edificios de Izamal eran once o doce por todos, aunque éste es el mayor, y están muy cerca unos de otros. No hay memoria de los fundadores y parecen haber sido los primeros. Están a ocho leguas de la mar en muy hermoso sitio y buena tierra y comarca de gente, por lo cual los indios, con harta insistencia, nos hicieron poblar una casa en uno de estos edificios que llamamos San Antonio, el año de 1549, en la cual y en todo lo de la redonda se les ha ayudado mucho para su cristiandad y así se han poblado en este asiento dos buenos pueblos, aparte uno del otro.

Los segundos edificios que en esta tierra son más principales y antiguos --tanto que no hay memoria de sus fundadores--, son los de T-ho; están a trece leguas de los de Izamal y a ocho de la mar como los otros; y hay señales hoy en día de haber habido una muy hermosa calzada de los unos a los otros. Los españoles poblaron aquí una ciudad y llamáronla Mérida por la extrañeza y grandeza de los edificios, el principal de los cuales señalaré aquí como pudiere e hice (con el) de Izamal, para que mejor se pueda ver lo que es. Éste es el borrón que he podido sacar del edificio, para cuyo entendimiento se ha de saber que éste es un asiento quebrado, de mucha grandeza, porque tiene más de dos carreras de caballo desde la parte del oriente. Comienza luego la escalera desde el suelo, y esta escalera será de siete escalones de la altura de los de Izamal. Las demás partes del mediodía, poniente y norte, se siguen de una pared fuerte y muy ancha. Todo aquel henchimiento del cuadro es de piedra seca, y en la parte llana torna a comenzar otra escalera por la misma parte del oriente, a mi parecer de veintiocho o treinta pies recogida dentro de otros tantos escalones igual de grandes. Hace el mismo recogimiento hacia la parte del mediodía y del norte, no del poniente, y síguense dos paredes fuertes hasta encontrar o juntarse con las del cuadro por la parte del poniente y así llegan hasta el peso de las escaleras, haciendo todo el henchimiento de en medio de piedra seca, que espanta tal altura y grandeza como allí hay de henchimiento a mano.

Después, en lo llano arriba, comienzan los edificios de esta manera: por parte del oriente se sigue un cuarto a la larga, recogido adentro hasta seis pies que no llega a los cabos, labrado de muy buena cantería y todo de celdas de una parte y de otra; de a 12 pies de largo y 8 de ancho; las puertas, en medio de cada una, no tienen señal de batientes ni manera de quicios para cerrarse, sino llanas, de su piedra muy labrada, y la obra trabada a maravilla y cerradas por lo alto todas las puertas, con tezas de piedra enteriza; tiene en medio un tránsito como arco de puente y por encima de las puertas de las celdas sale un re- leje de piedra labrada que (corre) a lo largo de todo el cuarto, sobre el cual salen hasta lo alto unos pilarejos, la mitad de ellos labrados redondos y la mitad metidos en la pared. Estos pilarejos seguían hasta lo alto de las bóvedas de que las celdas estaban hechas y cerradas por arriba. Por encima de estos pilaritos salía otro releje enrededor de todo el cuarto. Lo alto era de terrado, encalado muy fuerte como allá se hace con cierta agua de corteza de un árbol. Por la parte del norte había otro cuarto de celdas, tales como estas otras, salvo que el cuarto, con casi la mitad no era tan largo. Al poniente se seguían otra vez las celdas, y (cada) cuatro o cinco había un arco que atravesaba, como el de en medio del cuarto de oriente, todo el edificio, y luego un edificio redondo, algo alto, y luego otro arco, y lo demás eran celdas como las restantes.

Este cuarto atraviesa todo el patio grande en buena parte menos de la mitad y así forma dos patios, uno por detrás, al poniente, y otro a su oriente, que viene a estar cercado de cuatro cuartos, el último de los cuales es muy diferente porque está hecho hacia el mediodía, de dos piezas cerradas con bóveda como las demás a la larga; la delantera de las cuales tiene un corredor de muy gruesos pilares cerrados por arriba con muy hermosas piedras labradas y enterizas. Por en medio va una pared sobre la que carga la bóveda de ambos cuartos, con dos puertas para entrar al otro cuarto. De manera que todo lo cierra por arriba un encalado. Tiene este edificio, apartado de sí como dos buenos tiros de piedra, otro muy alto y hermoso patio en el cual hay tres cerros que de mampostería estaban bien labrados; y encima sus muy buenas capillas de la bóveda como solían y sabían ellos hacer. Tiene bien apartado de sí un tan grande y hermoso cerro que, con haberse edificado gran parte de la ciudad (con piedras) de él (para hacer las casas con) que la poblaron a la redonda, no sé si ha de verse jamás acabado. EL primer edificio de los cuatro cuartos nos dio el Adelantado Montejo a nosotros, hecho un monte áspero; limpiámosle y hemos hecho en él, con su propia piedra, un razonable monasterio todo de piedra, y una buena iglesia que llamamos la Madre de Dios. Hubo tanta piedra de los cuartos, que (aún) está entero el del mediodía y en parte los de los lados, y dimos mucha piedra a los españoles para sus casas, en especial para sus puertas y ventanas; tanta era su abundancia.

Los edificios del pueblo de Tikoh no son muchos ni tan suntuosos como algunos de estos otros, aunque eran buenos y lucidos, ni aquí yo hiciera mención de ellos salvo por haber habido en él una gran población de que adelante necesariamente se ha de hablar, y por eso se dejará ahora. Están estos edificios a tres leguas de Izamal al oriente, y a siete de Chichenizá. Es pues Chichenizá un asiento muy bueno a diez leguas de Izamal y once de Valladolid, en la cual, según dicen los antiguos indios, reinaron tres señores hermanos los cuales, según se acuerdan haber oído de sus pasados, vinieron a aquella tierra de la parte del poniente y juntaron en estos asientos gran población de pueblos y gentes, la cual rigieron algunos años en mucha paz y justicia. Eran muy honradores de su dios y así edificaron muchos edificios y muy galanos, en especial uno, el mayor, cuya figura pintaré aquí como la pinté estando en él, para que mejor se entienda. Estos señores, dicen, vivieron sin mujeres, y en muy grande honestidad, y todo el tiempo que vivieron así, fueron muy estimados y obedecidos de todos. Después, andando el tiempo, faltó uno de ellos, el cual se debió morir, aunque los indios dicen que saltó de la tierra por la parte de Bac halal. Hizo la ausencia de éste, como quiera que ella fuese, tanta falta en los que después de él regían, que comenzaron luego a ser parciales en la república, y en sus costumbres tan deshonestos y desenfrenados que el pueblo los vino a aborrecer, en tal manera que los mataron y desbarataron y despoblaron dejando los edificios y el asiento harto hermoso porque está cerca de la mar, a diez leguas.

Tiene muy fértiles tierras y provincias a la redonda. La figura del principal edificio es la siguiente: Este edificio tiene cuatro escaleras que miran a las cuatro partes del mundo, de treinta y tres pies de ancho y de noventa y un escalones cada una, que es muerte subirlas. Tienen en los escalones la misma anchura y altura que nosotros damos a los nuestros. Cada escalera tiene dos pasamanos bajos, al igual de los escalones, de dos pies de ancho, de buena cantería como lo es todo el edificio. Éste no está esquinado porque desde la halda del suelo, desde los pasamanos al contrario, se comienzan a labrar, como están pintados, unos cubos redondos que van subiendo a trechos y estrechando el edificio por muy galano orden. Había, cuando yo, le vi, al pie de cada pasamano, una fiera roca de sierpe de una pieza bien curiosamente labrada. Acabadas de esta manera las escaleras, queda en lo alto una placeta llana en la cual está un edificio hecho de cuatro cuartos. Los tres se andan a la redonda sin impedimento, y tiene cada uno puerta en medio, y están cerrados de bóveda. El cuarto del norte se anda por sÍ con un corredor de pilares gruesos. El de en medio, que había de ser como el patinico que hace el orden de los paños del edificio, tiene una puerta que sale al corredor del norte y está por arriba cerrado de madera y en él se quemaban los sahumerios. Hay en la entrada de esta puerta o del corredor, un a modo de armas esculpidas en una piedra que no pude entender bien.

Tenía este edificio otros muchos, y tiene hoy día a la redonda de sí, bien hechos y grandes, y todo el suelo que va de él a ellos encalado, y aún hay, en partes, memoria de los encalados, tan fuerte es la argamasa de que los hacen. Tenía delante la escalera del norte, algo aparte, dos teatros de cantería, pequeños, de cuatro escaleras, enlosados por arriba, en que dicen representaban las farsas y comedias para solaz del pueblo. Va desde el patio, enfrente de estos teatros, una hermosa y ancha calzada hasta un pozo como a dos tiros de piedra. En este pozo han tenido y tenían entonces, costumbre de echar hombres vivos en sacrificio a los dioses, en tiempo de seca, y pensaban que no morían aunque no los veían más. Echaban también otras muchas cosas de piedras de valor y que tenían preciadas. Y así, si esta tierra hubiera tenido oro fuera este pozo el que más parte de ello tuviera, según le han sido devotos los indios. Es pozo que tiene siete estados largos de hondo hasta el agua, de ancho más de cien pies, y redondo y de una peña tajada hasta el agua que es maravilla. Parece que tiene el agua muy verde y creo lo causan las arboledas de que está cercado, y es muy hondo; tiene encima de él, junto a la boca, un edificio pequeño donde hallé ídolos hechos a honra de todos los dioses principales de la tierra, casi como el Pantheón de Roma. No sé si era esta invención antigua o de los modernos para toparse con sus ídolos cuando fuesen con ofrendas a aquel pozo. Hallé leones labrados de bulto, y jarras y otras cosas que no sé como nadie dirá que no tuvieron herramientas estas gentes. También hallé dos hombres de grandes estaturas, labrados de piedra, cada uno de una pieza, en carnes, cubierta su honestidad como se cubrían los indios. Tenían las cabezas por sí y con zarcillos en las orejas como los usaban los indios, y hecha una espiga por detrás en el pescuezo que encajaba en un agujero hondo hecho para ello en el mismo pescuezo, y encajado, quedaba el bulto cumplido.

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