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Capítulo LXII Cómo Ata Hualpa se puso luto por su hermano Huascar, y prendieron a Chalco Chima El capitán que ejecutó la lastimosa muerte de Huascar Ynga, su madre, mujer y hermanos, en habiéndolo hecho despachó mensajeros a Atao Hualpa, su señor, dándole aviso cómo ya estaba su mandato cumplido y quitado aquel estorbo. En oyendo Atao Hualpa la nueva en la cárcel donde estaba, se puso muy triste y lloroso, y con luto hizo llanto fingido, dando muestras de gran sentimiento y lástima, y llegado esto a noticia del marqués Pizarro, fue a verle y a saber la causa de su tristeza y llanto, y le preguntó porqué lloraba y se había puesto luto, y estaba con tanto sentimiento, Atao Hualpa le respondió que le había llegado aviso cómo era muerto su hermano Huascar Ynga en el camino viniendo adonde él estaba, de cierta enfermedad. El Marqués, oyendo esto, le respondió que no podía ser muerto Huascar, porque él sabía que venía caminando y muy bueno y estaba ya cerca de Caxamarca, que quien le había dicho tal mentira que no le creyese, antes le vería muy presto allá y se holgarían y tratarían muchas cosas que a entrambos convenían, y con esto le dejó el Marqués. Dudando de lo que había dicho y haciendo inquisición dello, si era muerto, no faltó quien le dijo al Marqués la verdad de lo que pasaba y cómo había sido muerto por orden del mismo Atao Hualpa, con su madre, mujer y hermanos y otros indios y capitanes que venían con el preso, y que decir que había muerto de enfermedad era mentira y fingimiento, y lo mismo lo del llanto y tristeza que mostraba Atao Hualpa.

El que reveló este suceso al Marqués Pizarro fue un indio hermano bastardo de Huascar Ynga, llamado Huaritito, que estaba allí, y con deseo de venganza de la muerte de su hermano, o con voluntad que no se encubriese su muerte, lo declaró. Sintió mucho el marqués Pizarro la muerte de Huascar Ynga, y haber sido antes que llegase a su presencia, porque, sin duda, si a ella viniera, a trueque de verse puesto en libertad y vengado de su hermano Atao Hualpa, él hiciera todo cuanto el Marqués quisiera y diera infinita cantidad de oro y plata, y descubriera importantísimos secretos de este Reino, y muchos lugares donde en aquellos tiempos los indios principales y gobernadores fueron ocultando y escondiendo los tesoros, que de las huacas e incas tenían, que fue infinito número, de los cuales se han descubierto hasta hoy muchos, y otros están ocultos, por no saberse los lugares ciertos donde los enterraron. Para la pacificación de la tierra fuera de mucho efecto, porque Huascar Ynga, viéndose libre por manos de los españoles, mandara que se allanara todo, pues era fuerza tenerlos consigo. Así el Marqués dio muestras de gran pesar por esta muerte, y lo mismo los capitanes y soldados, que esperaban más riquezas de su mano como de Señor natural y rey que todo lo había poseído, que era el fin principal a que todos los que con el Marqués vinieron traían puesta la mira. Supo también el Marqués a esta sazón cómo Chalco Chima venía con un grande ejército, por mandado de Atao Hualpa, hacia Cajamarca y así, queriéndole prevenir, despachó un soldado español con un indio orejón, llamado Ancamarca Maita, para que alcanzasen al capitán Soto y a Pedro del Barco y le dijesen que se volviesen luego de donde quiera que les hallase aquella orden, y procurasen por todas vías prender a Chalco Chima y deshacer su ejército, y lo trajesen ante el Marqués, porque quería carearlo con Atao Hualpa.

El soldado con el orejón caminó con tanta diligencia, que alcanzó al capitán Soto, y con la gente que iba con él se fueron hacia el valle de Xausa, porque tuvieron noticia estaba en él Chalco Chima. Llegados a Xauxa, hallaron a Chalco Chima, que estaba juntando mucha gente de los yauyos y huancas, porque no contento con las crueldades y muertes que había ejecutado en el Cuzco en Huascar Ynga y en todos sus parientes, amigos y favorecidos, quería ahora hacer un solemne castigo en estos yauyos y huancas, por ser aylloscas, que eran de la recámara de Huascar Ynga, que era como apartados para su servicio solamente. Allí pasaron muchas razones Anca Marca Maita, que venía por mandado del Marqués, con los españoles y Chalco Chima, y, finalmente, le dijeron que el Marqués Don Francisco Pizarro, que había venido de muy lejanas tierras, tenía grandísimo deseo de verlo, y que para eso lo enviaba a llamar y venían ellos allí, que irían con él. A lo cual, Chalco Chima, con algún género de desdén, les respondió: ¿de dónde me conoce a mí el Apu, (que quiere decir el señor) para que me envíe a llamar de tan lejos? A esto respondió Anca Marca Maito con gran furia y arrogancia, mosrando tenerlo en poco: ¡qué estáis así parlando, no basta que hayas muerto a todos nuestros hermanos y parientes en el Cuzco, sino que ahora quieres matar a estos pobres y hartarte en ver derramar su sangre, no se han de acabar tus crueldades, no has de acabar de matar tanta gente inocente! Y, diciendo estas palabras, confiado en el favor y aliento que tenía de los españoles, alzó la mano y le dio un bofetón, y dijo: vamos luego, no hay que detenernos más, que Atao Hualpa, tu Señor, está preso en poder del Marqués.

A Chalco Chima fue cosa muy nueva la que por él había pasado y la afrenta que le hizo aquel orejón, y así se levantó de donde estaba sentado y cerró con él y anduvieron a los brazos, forcejeando por derribar el uno al otro, sin que ninguno de los del ejército de Chalco Chima, que allí estaban en tanto número, osase darle favor, viendo allí a los españoles, de quien estaban temerosos como cosa nunca vista dellos, hasta que los españoles se metieron en medio despartiéndoles. Y, puestos en paz, Anamarca Maita, a grandes voces y con mando y señorío, dijo a los huancas y yauyos: levantaos, hermanos, y aderezaos de lo necesario para ir a ver al marqués don Francisco Pizarro, que ya no hay otro ynga ni Señor, sino el que tiene preso a Atao Hualpa, y a él le habemos todos de obedecer. Con estas razones recibieron los huancas y yauyos grandísimo contento, como aquellos que se escapan de dura muerte a vida, y de las manos de su enemigo capital. Así se levantaron, dejando a Chalco Chima y a su gente, que estaba admirada de lo que veían hacer y decir de Anca Marca Mayla, que no creyeran ellos que en el mundo hubiera indio ni orejón tan atrevido contra él que lo hubiese puesto las manos, pero la mudanza de los tiempos lo causaba, como semejantes cosas cada día vemos. Como Chalco Chima, que ardiendo en ira se había tornado a sentar, vio que aquel orejón hablaba y mandaba tan desenvueltamente y que los españoles le favorecían, no se osó menear ni contradecir a lo que él decía, antes calló, con harto dolor y rabia de su corazón, que no estaba acostumbrado a oír aquellas cosas y admirado de oír decir que Atao Hualpa estaba preso.

Al otro día por la mañana, salió a la pampa con toda su gente, que estaba triste de lo que veían y el capitán Soto y Pedro del Barco con los demás españoles salieron también adonde él estaba, y le dijeron que se aderezase luego y pusiese a punto para ir adonde estaba el marqués Pizarro, que le aguardaba, y que a eso sólo les había enviado que lo habían de llevar. A esto respondió Chalco Chima que no quería ir tan presto, que él se aderezaría despacio y llevaría las cosas que para Atao Hualpa, su señor, tenía aparejadas, que ellos se fuesen al Marqués, que él iría después. El capitán Soto y los demás españoles, oyendo esto y la poca voluntad que mostraba de ir, temiendo no hiciese gente contra ellos, y que por fuerza era el remedio mejor que les quedaba, le echaron mano sin que nadie de los suyos, que lo miraban, se osase menear a impedirlo, y lo ataron y pusieron sobre un caballo, que para el efecto tenían aparejado, y partieron de Xauxa la vuelta de Caxamarca, donde los aguardaba el Marques, llevándolo con mucho cuidado de guardar, porque no se huyese, y con él también fueron muchos de sus criados y capitanes, unos presos y otros de su voluntad, por ver en qué paraban los negocios.

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