Sagrario de San Mateo

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Datos principales


Fecha

1772

Lugar

Lucena

Localización

Lucena, Córdoba

Localización


Desarrollo


La construcción de esta Capilla en San Mateo nos muestra una época de espléndido adelanto en la historia del arte lucentino. Si bien no son muy numerosas las obras que nuestros antepasados nos legaron de esta magnitud, sin embargo en esta Capilla emplearon todas las artes e ingenio, logrando esta maravilla, auténtica joya del arte churrigueresco. Esta obra ha sido la más genuina lucentina que se ha efectuado, toda vez que íntegramente fue ejecutada por artistas lucentinos. Todos los que participaron en su realización supieron darle tal grandiosidad, estudiando a la perfección las proporciones y el conjunto, que no puede menos de producir en el que la contempla ese impacto que se siente ante todo lo grande. Hubo quien dijo que esta Capilla es un pequeño cielo. La idea de su construcción fue de los hermanos de la Cofradía -constituida en 1512-, deseosos de dar más cultos al Santísimo Sacramento. En el año 1740, el entonces Hermano Mayor, D. Fernando Recio Chacón de Rojas, celebró "junta particular" con los hermanos que componían la junta de Gobierno, acordando estos fervorosos cofrades efectuar dicha obra a su costa, confiando el diseño al célebre arquitecto y singular pintor lucentino D. Leonardo Antonio de Castro. Aunque la intervención del Hermano Mayor es constante, así como la de sus sucesores, hay que destacar la labor del sacerdote D. Francisco Gutiérrez de Cuenca, que fue el administrador de los bienes y rentas de dicha Cofradía, quien vio terminada tan ingente obra.

Durante el tiempo que duraron las obras (32 años) fueron Hermanos Mayores: a la muerte del referido D. Fernando Recio, le sucedió su hijo D. Martín Recio, siguió después D. Bernabé Curado Fernández de Córdoba, siguiéndole D. Andrés Martín de Albar y Panduro, hasta el 8 de Junio de 1766 que fue elegido D. Antonio José Valdecañas y Piédrola. El Sr. Valdecañas que era Teniente Corregidor de esta Ciudad y Alguacil Mayor en su número del Santo Oficio de la Inquisición, fue quien tuvo la dicha de que en su tiempo se acabase e inaugurase la mentada Capilla. El nuevo recinto es situado en el lugar más céntrico y bello de la Ciudad, unido a la Iglesia Mayor, se empieza su construcción en la Plaza de San Miguel, contigua a la maravillosa puerta de su nombre, el 16 de Agosto de 1740, con la apertura de zanjas para los cimientos, no interrumpiéndose las obras hasta su terminación. El primer maestro fue D. Jerónimo Ramírez de Quero, natural de Lucena, quien trabajó en la misma hasta su muerte. El primer cuerpo, formando perfectas ochavas, está fabricado de sillares de jaspe encarnado, hasta vara y media de alto, continuando de piedra cipia hasta el balcón. En él y sobre unas repisas estaban colocadas una imágenes esculpidas en piedra representando las siete Virtudes; tres teologales y las cuatro cardinales. Dichas estatuas eran de piedra cipia, tenían una altura de dos varas, siendo su autor D. Pedro de Mena, célebre escultor y tallista lucentino.

(Estas imágenes, por la erosión del tiempo y por la baja calidad del material con que fueron fabricadas, hubo que retirar los trozos que quedaban, cuando fue restaurado el tejado en el año 1970). Sigue el anillo sobre el que se forma la linterna y cuerpo de luces, de la misma piedra, este cuerpo es circular, donde están compartidos siete ventanales, adornados de zócalo, pilastras, arquitrabes, friso, valla capitel y medio punto, de tres varas y media de alto por siete cuartas de ancho. Por encima de las impostas y medio punto va jugando un moldurón agraciado y siguen unos pequeños claros para la ventilación de la armadura. Por encima del cuerpo de luces se sitúa un rebanquillo de cinco cuartas, en el que sobresalen y se avanzan el recibimiento de la cornisa y después sigue el anillo, que es el sitio donde comienza el tejado. Éste se forma en ochavas hasta el cerramiento de la cúpula, que está coronado por un pedestal y encima una gran custodia. Las tejas son de varios colores, todas vidriadas. La armadura de la cúpula fue trabajada magistralmente, verdadera obra de arte según los entendidos, por el maestro Alonso Portales, también lucentino. Unida a la Capilla está la sacristía, y sobre ella la sala de juntas. Se encuentra en el costado que da la la Plaza Nueva. El tejado se adorna con una baranda de hierro y sólo existe una de las esculturas que antes se mencionaban. En el frontispicio y sobre el balcón se encuentra un escudo con un cáliz-hostia de medio relieve.

Entrando en el interior de San Mateo, a mano derecha, nos encontramos con la portada, magistral ornamento de la Capilla. Toda ella está fabricada de jaspe negro, rojo y blanco, teniendo infinidad de embutidos de diferentes hechuras, tamaños y colores, entre ellos del jaspe de la Sierra de Aras. Los pedestales de dicha portada, con basa y juego de cornisa, tienen dos varas y media de altura, de jaspe rojo y negro; siguen unas pilastras rojas, con capiteles blancos, tallados, y basas correspondientes. Subiendo hacia el interior del recinto, otras pilastras que con mucho aire vuelven por los lados, forman un semicírculo, frisado y moldado. El claro de puerta está adornado por primorosas molduras, con jaspe de varios colores, y sobre el medio punto que la forma, hay un óvalo con una custodia, tallada en piedra blanca. Por fin remata esta maravillosa portada, una cruz de jaspe negro sobre una agraciada repisa, acompañada de cuatro pirámides, del mismo color. Es obra del célebre maestro Juan del Pino Ascanio, natural de esta ciudad. La puerta principal tiene cuatro varas de ancho por ocho de alto, incluyendo el medio punto de cristales que es de talla dorada y bruñido. Las puertas de dos hojas con sus postigos, de dos y media varas de alto por vara y tercia de ancho, son de pino flandes con embutidos de nogal. Tienen igual talla en su anverso como el reverso. Dado el tamaño de las mismas y gracias al perfecto ensamblaje y hechura, hoy se pueden cerrar empujándolas sólo con un dedo, después de dos siglos de colocación.

Estas auténticas obras de arte fueron fabricadas por el maestro lucentino Agustín Díaz Catarero. Entrando en la Capilla, que tiene trece varas de diámetro, nos encontramos que tiene por adorno un zócalo de color rojo, de basas, pilastras y cornisas de jaspe del mismo color. Forma primorosas ochavadas, de dos varas y media de alto, y en cuatro de ellas se concluyen en medio punto, formando almejas acanaladas de diversos colores, teniendo tres cuartas de avance o salida. Por los lados sube en semicírculo el mismo juego de molduras que adornan las dos puertas pequeñas que dan a la sacristía y a la de San Miguel. Estas puertas de dos varas y media de alto por una y media de ancho, son también de pino flandes y embutidos de nogal; tienen clavazón de bronce, de dos hojas e igual construcción por dentro y fuera. Dichas puertas, más pequeñas, fueron fabricadas por el antes citado maestro Alonso Portales. Sobre las dichas cuatro almejas, que sirven de repisas, están colocadas las imágenes de los Evangelistas de dos varas de alto. Fueron primorosamente talladas y estofadas por el célebre escultor D. José de Medina. Dichas imágenes, entrando a mano derecha, están colocadas en la forma siguiente: S. Marcos y a sus lados Santo Tomás de Aquino y San Fulgencio; en el tercero, S. Juan acompañado de San Francisco de Sales y S. Carlos Borromeo; y en el cuarto, S. Lucas, teniendo a sus lados a S. Martín y S. Juan Nepomuceno. Por encima de los mencionados nichos, sirven de adorno cuatro cornucopias doradas con espejos.

Junto a los dos Evangelistas que dan a la puerta principal, se encuentran colocados dos agraciados ángeles lampadarios, con preciosas lámparas de plata. En la parte superior de las pechinas existen unos bien dispuestos óvalos, con imágenes de yeso, de una vara de altura, en relieve y de medio cuerpo, con los Doctores (por igual orden que los Evangelistas) S. Agustín, S. Jerónimo, S. Gregorio y S. Ambrosio. Sobre los citados jaspes y esculturas, hasta su altura, se observan unas hermosas y variadas tallas de yesería, doradas, de finos gruesos y boceles, matizados con suaves colores. En los fondos existen infinidad de espejos de distintos tamaños y formas. Sigue la singular cornisa y arquitrabe, en la que verdaderamente se esmeraron en su construcción por su variedad de juego, resaltos, salidas y avances. Es singular su adorno con numerosas flores y frutas de bella composición. Para formar el anillo sobre la mentada cornisa, figuran unos bellos rompimientos, que dan vuelta circular, con figuras alusivas a la Eucaristía. La custodia, Cordero, Pelícano, Cáliz-Hostia, Panes de la proposición, León, Ave Fénix y Ángel con los Acimos, todo intercalado de ángeles con clarines. Sigue la cúpula o media naranja, de ocho cascos o compartimentos, cerrando la linterna con un agraciado florón de talla, dorada, de primorosas molduras. En la grandiosidad de la cúpula existen numerosas esculturas de santo, ángeles y símbolos de las Sagradas Escrituras, alusivas a la Eucaristía.

Volviendo a registrar los cuatro arcos torales, que están igualmente adornados de multitud de tallas de yesería, nos encontramos en el de la entrada principal con dos medallones en forma circular, del tamaño de tres cuartas, con las imágenes siguientes: en la derecha S. Buenaventura y en la izquierda Santa Teresa de Jesús. Estas tallas son de medio relieve, primorosamente estofadas por el maestro D. Francisco Jiménez, lucentino, que fue el autor de las esculturas, dorado y estofado de esta singular Capilla. En los otros tres arcos, nos encontramos con tres grandes lienzos que representan: el que está sobre la puerta de la sacristía, La destrucción de los Sacrificios de la Gentilidad, llevando la siguiente inscripción: Recedan vetera nova sint Omnia. El de la parte frontal simboliza El triunfo de la Iglesia por medio de la Eucaristía y se lee Eclessia pers Eucaraistia triumphans. Y por último el que se encuentra junto a la puerta de San Miguel, encarna el triunfo de la ley de gracia, teniendo debajo la inscripción: Nobum Pasca nobe Legis. Dichos lienzos fueron pintados por el diestro y célebre pintor lucentino D. Juan de Dios Hernández. En el centro de la Capilla se encuentra el maravilloso tabernáculo, cuya excelente arquitectura es de pino flandes, todo dorado y bruñido. Tienen ocho varas y medio de alto, incluyendo la estatua de la Fe. El pedestal que sirve de base hasta el altar, en sus cuatro costados, figuran unos óvalos de medio relieve, con atributos referentes a la Eucaristía y la Virgen.

Sobre la mesa de altar, están colocados cuatro sagrarios independientes, (en los cuatro frentes) con puertas cada uno, de tres cuartas de alto por media vara de ancho, teniendo talladas cada una, a medio relieve, las escenas siguientes: La frontal, La Cena del Señor con los Apóstoles; la de la sacristía, La Oración de Jesús en el Huerto de los Olivos; la de atrás, una efigie de la Fe y en la que resta, El Lavatorio a los discípulos. Cada puerta está acompañada de dos esculturas de media vara de alto, que representa a los Apóstoles, con la particularidad de estar colocados según el orden con que compusieron el Credo. Cada uno tiene en sus manos un libro con la frase que del mismo compuso. Las cuatro esquinas se adornan con cuatro angelitos que sostienen la cornisa y estípites. Sobre esta base se sienta el cuerpo principal de arquitectura del templete, sobresalen unas repisas en las esquinas, donde están colocadas unas esculturas. Dichas imágenes, de vara y media de alto, representan a los profetas David, Moisés y Ezequiel y a la mártir Santa Bárbara. En la cúpula del trono y como remate figura una escultura de la Fe, del tamaño de cinco cuartas; en las esquinas otras más pequeñas, de tres cuartas y media de alto, de los arcángeles S. Miguel, S. Gabriel, S. Rafael y el Santo Ángel Custodio. El mentado trono tiene numerosos adornos de talla y angelitos. Los medios puntos de los cuatro arcos tienen un alto de dos varas por media de ancho. En medio del templete, sobre una repisa (que también sirve para colocar la custodia) se encuentra una bonita y artística imagen de la Inmaculada, de siete cuartas de alta.

Tiene en su entorno un resplandor de talla, con nubes, angelitos y rayos, ricamente dorado. Tanto el templete como todas sus imágenes, se deben al famoso escultor lucentino D. Pedro de Mena y Gutiérrez y el dorado del mismo al no menos famoso paisano D. Francisco Jiménez de Reyes. El mentado tabernáculo está rodeado de una baranda de bronce, de tres cuartas de alta, formando las mismas ochavas del basamento y que la misma sirve de comulgatorio. El costo total de esta ingente obra, pagado íntegramente por los miembros de la Cofradía, rebasó la suma de 19000 pesos fuertes. Toda la Capilla quedó totalmente acabada, el día 19 de Marzo de 1772. La bendición e inauguración fue el 2 de Mayo de mismo año, celebrándose nueve fiestas muy solemnes con este motivo.

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